Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a dar titulares, esta vez con una amenaza tan solemne como pintoresca: si en la Conferencia de Presidentes no se le habla en "español", se levanta y se va. Literal. Como si esto fuera un duelo del viejo oeste, y ella, la alguacil.
El problema es que, si tanto presume de constitucionalista, debería repasar lo que dice la Constitución. Porque no habla del "español", sino del castellano como lengua oficial del Estado. Y no, no es un capricho progresista ni una concesión a ninguna minoría nacionalista. Es, sencillamente, una obviedad legal y lingüística: el castellano es la lengua que Castilla impuso a los territorios que iba conquistando, y el español, más bien, una forma internacional de referirse a ella. Que a ella le guste usar el término español me parece estupendo, pero que entonces ella no se ponga estupenda dando lecciones constitucionales (ni lingüísticas).
Y ya que hablamos de lecturas pendientes, no estaría de más que Ayuso recordara aquella frase que tanto le gusta repetir: “Madrid es España”. Sí, Madrid es España. Como también lo son Cataluña, Euskadi, Andalucía o Castilla-La Mancha. Pero España no es Madrid. Porque España es mucho que lo que ella ve desde su balcón, más que la Plaza Mayor, más que el Museo del Prado, más que Las Vistillas, más que ValleKas, es más que el Metro y el Cercanías, es más que los minis de cerveza, más que la calle Orense, o Azca... es más que el Real Madrid o el Atléti... más que una comunidad autónoma, por muy potente que sea su economía privilegiada por el efecto capitalidad, por mucho que concentre el poder político y por más que a algunos les moleste que existan otras realidades distintas a la suya.
España es plural, diversa, a veces incómoda de entender, pero profundamente rica. Se hablan varias lenguas, se profesan distintas religiones, se vota de muchas maneras distintas y se vive desde sensibilidades culturales muy dispares. Todo eso lo recoge –sí, también– la Constitución. La misma que la presidenta madrileña dice defender con tanto ardor, mientras intenta pasar el rodillo de su españolismo rancio a todo lo que no encaje en su estrecho marco de referencia.
Que levante la voz contra los pinganillos, vale, pero no es el momento. A mí también me chirría ver traducción simultánea cuando todos los presentes comparten el castellano. Si un catalán que habla perfectamente castellano se dirige a una sala donde todos lo entienden, usar auriculares y traductores es, efectivamente, un ejercicio de postureo político.
Imaginen un alemán que domina el castellano perfectamente y viene a Almería a impartir una conferencia ¿creen que exigiría expresarse en su idioma y que todos usáramos pinganillo, o usaría el idioma común? O que un andaluz acude a dar unas charlas en EEUU ante un público que entiende y habla castellano ¿deberían reclamar los asistentes traducción simultánea alegando que están en ese país? Defiendo que los idiomas deben permitir que nos entendamos, no que nos enfrentemos, y por eso me parece tan ridículo el españolismo cateto y tabernero de Díaz Ayuso, como la actitud de aquellos a quienes se enfrenta.
Al final, la presidenta de Madrid, le hace un favor al PSOE en esta Conferencia de Presidentes. Ha logrado que la noticia no sea la financiación autonómica, la reforma del sistema de reparto menores extranjeros no acompañados, del famoso cupo catalán, de las tensiones territoriales reales, ni de las salidas de tono del ministro Óscar Puente contra su propio partido. Tampoco hablamos del apagón eléctrico del que seguimos sin versión oficial. Ni del incremento presupuestario que pidela OTAN para Defensa. Ni siquiera de cómo gestionar mejor los servicios públicos en todas las comunidades. No, hablamos de pinganillos.
Y eso, siendo generosos, es de una irresponsabilidad notable. Porque había muchas cosas importantes que discutir en esa conferencia de presidentes. Cosas que incluso podrían haber servido a Ayuso para hacer oposición seria, con argumentos, sin recurrir a fuegos artificiales. Pero ha preferido el numerito, el tuit fácil, el vídeo viral, el titular de impacto.
Eso sí, que nadie se lleve a engaño: lo de los pinganillos no va de idiomas. Va de identidad. De la que molesta y de la que impone. De esa idea de que solo hay una forma válida de ser español, de hablar como "Dios manda" y de no cuestionar nada que no encaje con la narrativa centralista.
Pues no. España es muchas cosas, muchas voces y muchas lenguas. Y en esa variedad está, justamente, su fortaleza. Aunque a algunos les pese.
EN ANDALUZ
Içabêh Díâ Ayuço a buerto a dâh titularê, êtta bêh con una amenaça tan çolênne como pintorêcca: çi en la Conferençia de Preçidentê no çe le abla en "êppañol", çe lebanta y çe ba. Literâh. Como çi êtto fuera un duelo der bieho oêtte, y eya, la arguaçîh.
Er problema êh que, çi tanto preçume de côttituçionalîtta, debería repaçâh lo que diçe la Côttituçión. Porque no abla del "êppañol", çino der câtteyano como lengua ofiçiâh del Êttao. Y no, no êh un caprixo progreçîtta ni una conçeçión a ninguna minoría naçionalîtta. Êh, çençiyamente, una ôbbiedá legâh y linguíttica: er câtteyano êh la lengua que Câttiya impuço a lô territoriô que iba conquîttando, y el êppañôh, mâh bien, una forma intênnaçionâh de referirçe a eya. Que a eya le gûtte uçâh er término êppañôh me pareçe êttupendo, pero que entonçê eya no çe ponga êttupenda dando lêççionê côttituçionalê (ni linguítticâh).
Y ya que ablamô de lêtturâ pendientê, no êttaría de mâh que Ayuço recordara aqueya fraçe que tanto le gûtta repetîh: “Madrîh êh Êppaña”. Çí, Madrîh êh Êppaña. Como también lo çon Cataluña, Eûkkadi, Andaluçía o Câttiya-La Manxa. Pero Êppaña no êh Madrîh. Porque Êppaña êh muxo que lo que eya be dêdde çu barcón, mâh que la Plaça Mayôh, mâh que er Muçeo der Prao, mâh que Lâ Bîttiyâ, mâh que BayeKâ, êh mâh que er Metro y er Cercaníâ, êh mâh que lô minî de çerbeça, mâh que la caye Orençe, o Âcca... êh mâh que el Reâh Madrîh o el Âl-léti... mâh que una comunidá autónoma, por mu potente que çea çu economía pribilehiá por el efêtto capitalidá, por muxo que conçentre er podêh político y por mâh que a argunô lê molêtte que êççîttan otrâ realidadê dîttintâ a la çuya.
Êppaña êh plurâh, diberça, a beçê incómoda de entendêh, pero profundamente rica. Çe ablan bariâ lenguâ, çe profeçan dîttintâ relihionê, çe bota de muxâ manerâ dîttintâ y çe bibe dêdde çençibilidadê curturalê mu dîpparê. Tó eço lo recohe –çí, también– la Côttituçión. La mîmma que la preçidenta madrileña diçe defendêh con tanto ardôh, mientrâ intenta paçâh el rodiyo de çu êppañolîmmo rançio a tó lo que no encahe en çu êttrexo marco de referençia.
Que lebante la bôh contra lô pinganiyô, bale, pero no êh er momento. A mí también me xirría bêh tradûççión çimurtánea cuando tôh lô preçentê comparten er câtteyano. Çi un catalán que abla perfêttamente câtteyano çe dirihe a una çala donde tôh lo entienden, uçâh auricularê y tradûttorê êh, efêttibamente, un eherçiçio de pôttureo político.
Imahinen un alemán que domina er câtteyano perfêttamente y biene a Armería a impartîh una conferençia ¿creen que êççihiría êppreçarçe en çu idioma y que tôh uçáramô pinganiyo, o uçaría el idioma común? O que un andalûh acude a dâh unâ xâl-lâ en EEUU ante un público que entiende y abla câtteyano ¿deberían reclamâh lô açîttentê tradûççión çimurtánea alegando que êttán en eçe paîh? Defiendo que lô idiomâ deben permitîh que nô entendamô, no que nô enfrentemô, y por eço me pareçe tan ridículo êh el êppañolîmmo cateto y tabênnero de Díâ Ayuço, como la âttitûh de aqueyô a quienê çe enfrenta.
Ar finâh, la preçidenta de Madrîh, le açe un fabôh ar PÇOE en êtta Conferençia de Preçidentê. A lograo que la notiçia no çea la finançiaçión autonómica, la reforma der çîttema de reparto menorê êttranherô no acompañáô, der famoço cupo catalán, de lâ tençionê territorialê realê, ni de lâ çalidâ de tono der minîttro Óccâ Puente contra çu propio partío. Tampoco ablamô del apagón eléttrico der que çegimô çin berçión ofiçiâh. Ni del incremento preçupuêttario que pidela OTAN pa Defença. Ni çiquiera de cómo hêttionâh mehôh lô çerbiçiô públicô en toâ lâ comunidadê. No, ablamô de pinganiyô.
Y eço, çiendo heneroçô, êh de una irrêpponçabilidá notable. Porque abía muxâ coçâ importantê que dîccutîh en eça conferençia de preçidentê. Coçâ que incluço podrían abêh çerbío a Ayuço pa açêh opoçiçión çeria, con argumentô, çin recurrîh a fuegô artifiçialê. Pero a preferío er numerito, er tuîh fáçî, er bídeo birâh, er titulâh de impâtto.
Eço çí, que nadie çe yebe a engaño: lo de lô pinganiyô no ba de idiomâ. Ba de identidá. De la que molêtta y de la que impone. De eça idea de que çolo ay una forma bálida de çêh êppañôh, de ablâh como "Diô manda" y de no cuêttionâh ná que no encahe con la narratiba çentralîtta.
Puê no. Êppaña êh muxâ coçâ, muxâ boçê y muxâ lenguâ. Y en eça bariedá êttá, hûttamente, çu fortaleça. Aunque a argunô lê peçe.