Qué importante es estar al tanto de lo que pasa a nuestro alrededor, y no solo de la última boda o de la apertura de la última terraza en la Plaza de las Flores. El 21 de septiembre es el Día Mundial del Alzheimer, una enfermedad que, aunque no nos demos cuenta, está más cerca de lo que creemos.
Y es que, ¿quién no tiene un abuelo o un tío que de repente empieza a despistarse un poco? A mi abuelo, que es más de campo que el esparto, le empezó a pasar hace unos años. De repente, me preguntaba dos veces por la misma cosa, o se le olvidaba dónde había dejado las llaves de la cortijá. Al principio, mi abuela se lo tomaba a risa, "cosas de la edad", decía. Pero al final, fuimos al médico y resulta que era algo más serio.
Y ahí es donde los datos que me han llegado me han puesto los pelos de punta. Parece que en muchos casos, desde que aparecen los primeros síntomas hasta que te dan el diagnóstico, pueden pasar ¡hasta dos años! Dos años de incertidumbre, de preocupación, de no saber qué está pasando.
En Almería, donde la familia es lo más importante, esta enfermedad es un desafío enorme. Es como si una parte de la persona que conoces, esa que te ha enseñado a pescar en el Cabo de Gata o a hacer un salmorejo de rechupete, se fuera apagando poco a poco.
Pero no todo es malo. Los neurólogos insisten en que si vemos algún síntoma, por pequeño que sea, no dudemos en ir al médico. Y es que el diagnóstico temprano es clave. Como me decía mi padre: "Hija, más vale prevenir que curar". Y en este caso, es más cierto que nunca.
Y ahora, me pregunto: ¿qué podemos hacer nosotros para ayudar? ¿Cómo podemos acompañar a nuestros mayores en este camino? Porque, al final, lo importante no es solo el tratamiento médico, sino el apoyo y el cariño de los que les rodeamos.