En Almería, provincia de contrastes y dramas de telenovelera intensidad política, presenciamos el reciente
enroque en la
Diputación Provincial. El cambio en la cúpula, forzado por la incómoda brisa de la investigación, ha situado a
José Antonio García Alcaina como nuevo presidente. Un pleno de investidura, celebrado este lunes 1 de diciembre de 2025, que ha sido solemne, pero también se convirtió, para el que mira con ojo crítico, en una
clase magistral de escapismo político.
El Partido Popular, tras la dimisión de Javier Aureliano García, expresidente, y de otros altos cargos como el vicepresidente Fernando Jiménez y el alcalde de Fines, Rodrigo Sánchez, todos ellos salpicados por la Operación Mascarillas de la UCO, ha intentado pasar página. Y lo hace manteniendo en la bancada al alcalde de Tíjola, José Juan Martínez, que curiosamente, es otro de los investigados en esta misma causa, que rastrea presuntas irregularidades y contratos en la institución provincial.
Y es aquí donde entra en escena el Grupo Socialista. Su portavoz, Juan Manuel Ruiz del Real, lanzó sus dardos contra la permanencia del alcalde de Tíjola, contra esa evidente vara de medir doble del PP. Pero, ¡ay, los designios del destino y las agendas apretadas! Se produjeron dos ausencias notables en las filas del PSOE, que, si no son casualidad, son el arte de la autoprotección elevado a categoría de arte dramático.
Las diputadas provinciales ausentes fueron María López Cervantes, exalcaldesa de Garrucha y actual portavoz socialista en el consistorio garruchero, y Teresa Piqueras, concejal socialista en Adra.
El caso de Garrucha: María López Cervantes es actualmente investigada por la justicia, citada por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Vera, por presuntas contrataciones irregulares de personal municipal vinculado al PSOE durante su etapa como alcaldesa. Un caso que la Audiencia Provincial de Almería reabrió, viendo indicios de un posible delito de prevaricación y contra los derechos cívicos. Es decir, que pedir la cabeza de un investigado del PP en la Diputación cuando tienes a una investigada en tu propia bancada puede convertirse rápidamente en un esperpento bidireccional. Ya le pasó en un pleno anterior a Ruiz del Real.
El recuerdo de El Acebuche: Y la ausencia de Teresa Piqueras viene marcada por un fantasma aún más grande. Resulta dolorosamente inoportuno para el PSOE almeriense que en un pleno donde se habla de corrupción institucional en la Diputación, se pueda evocar la figura de Luis Pérez Montoya, exvicepresidente socialista de la institución. Pérez Montoya cumple condena en el centro penitenciario de El Acebuche desde septiembre de 2020, sentenciado a siete años y diez meses de cárcel por el Caso Facturas, una trama que desfalcó más de 706.000 euros de las arcas públicas de la Diputación entre 2009 y 2011. Un mentor político de Piqueras, con el que la dirección socialista nunca tuvo la valentía o la decencia de pedir su dimisión cuando fue imputado.
El silencio en el fragor de la batalla puede ser a veces más elocuente que cualquier discurso. Las ausencias de las dos diputadas socialistas no parecen responder a una epidemia de gripe. Más bien, sugieren un cálculo táctico para evitar la temida réplica del Grupo Popular.
Juan Manuel Ruiz del Real sabe que al levantar la mano para señalar la paja en el ojo ajeno (la permanencia de José Juan Martínez en el PP), se arriesga a que le recuerden, con la precisión de un dardo envenenado, la viga que lleva décadas incrustada en el ojo de su propio partido en la provincia: el caso de la exalcaldesa de Garrucha y el triste recuerdo de Luis Pérez.
En el Estado español, donde los partidos, sean del signo que sean, parecen tener una patente de corso para el "tú más", la provincia de Almería no es una excepción. El pleno de investidura de José Antonio García Alcaina ha sido un ejemplo paradigmático de la política de los espejos: el PP, por acción al mantener a un investigado; el PSOE, por omisión, al hacer desaparecer a las piezas más incómodas.
Al final, el único dato riguroso que queda flotando en el ambiente de la Diputación de Almería no es la cifra de los presupuestos, sino la magnitud de la hipocresía cruzada. Y en este circo, los almerienses, los verdaderos dueños de la Diputación, somos los únicos que no podemos faltar al pase de prensa. Es una pena que, para entender la política local, tengamos que recurrir al sarcasmo como única lente.