Llega este 31 de diciembre de 2025 y, mientras en el Paseo de Almería más de uno apura las últimas compras con la esperanza de que el año próximo traiga más agua y menos promesas incumplidas, en el palacio de la Moncloa deben de estar contando las uvas con un ojo en el reloj y otro en el calendario judicial. Ha sido, sin ambages, el "annus horribilis" de un Pedro Sánchez que ha elevado el equilibrismo político a la categoría de arte dramático, aunque este 2025 que hoy despedimos ha dejado la red de seguridad bastante deshilachada.
Si 2024 fue el año de los "muros", este 2025 ha sido el de las grietas profundas. La metástasis de casos que empezaron como un murmullo en los pasillos del Ministerio de Transportes ha terminado por convertir el Consejo de Ministros en un ecosistema de sospechas permanentes. Lo de Koldo García Izaguirre ya no es la peripecia de un asesor pintoresco de José Luis Ábalos; ha sido el hilo del que ha tirado la Justicia para desnudar una gestión donde las mascarillas servían para algo más que para proteger la salud pública. En esta provincia, donde sabemos lo que cuesta ganar cada euro bajo el plástico, resulta insultante recordar cómo se gestionaba el dinero del Estado mientras aquí seguíamos esperando inversiones ferroviarias que nunca terminan de arrancar.
El guion de este año ha sido digno de una serie de televisión de dudoso gusto. El rescate de Plus Ultra volvió como un bumerán de irregularidades, pero el verdadero calvario ha sido el cerco judicial al entorno más íntimo del presidente. Las comparecencias y los informes de la UCO sobre las actividades de Begoña Gómez y las singulares circunstancias fiscales de David Sánchez en Extremadura han puesto a la Moncloa en una situación de defensa constante. Pero si algo ha minado la moral de lo que queda de "progresismo" oficial, ha sido el estallido de los casos de acoso y comportamientos abusivos hacia mujeres en el seno del PSOE y sus socios de gobierno. Ver cómo se desmoronaba el discurso feminista de fachada mientras se conocían episodios de impunidad interna ha sido, quizá, el golpe más seco a la línea de flotación de un Ejecutivo que ya solo se sostiene por la inercia del poder.
Y para rematar este 2025 de pesadilla se han celebrado elecciones en Extremadura. Independientemente de lo que han dictado las urnas, es evidente que han marcado un nuevo ciclo electoral. En los mentideros políticos ya se rumorea que el resultado en la Comunidad Autónoma extremeña será el preludio de un adelanto electoral general en 2026. ¿Se atreverá Pedro Sánchez a convocar elecciones antes de que el fango le llegue al cuello de la camisa blanca, o aplicará su habitual manual de resistencia para aguantar hasta el último suspiro? Con este presidente, cualquier apuesta es arriesgada: es capaz de vender una derrota como una victoria estratégica mientras el barco hace aguas por los cuatro costados.
Desde esta esquina de Andalucía, donde la realidad siempre es más terca que la propaganda oficial, observamos el panorama con esa mezcla de escepticismo y sarcasmo que nos caracteriza. Porque aquí, mientras el Estado se pierde en tramas de comisionistas y escándalos de alcoba política, seguimos esperando que alguien se acuerde de que Almería también existe más allá de las fotos de campaña.
Seguramente la conclusión que saca el propio Pedro Sánchez esta noche es que, a pesar de los sumarios, de los escándalos de su entorno y de la des descomposición de su bloque, "podría haber sido peor". Siempre puede ser peor con él al mando. Así que nada, por un 2026 de emociones fuertes, porque lo que es tranquilidad, no parece que nos vaya a sobrar. ¡A por 2026, campeón!