El término Vacaciones viene del vocablo latín “vacatio” que significa “tiempo de vaciamiento y supresión de las actividades normales”, es decir, que las vacaciones deberían ser, según este concepto originario de nuestros días libres, un período en el que nos alejáramos de nuestro entorno cotidiano, y nos refugiáramos en un entorno sereno dentro de nuestro propio ser, algo así como una meditación budista. ¿Alguno de ustedes lo hace alguna vez?. Probablemente no. Esta reflexión viene a cuenta de un pequeño estudio que he hecho sobre la amplitud de las vacaciones (por supuesto, casi nunca coincidente con la reducción de los niveles de estrés y ese refugio sereno, sino más bien todo lo contrario, más vacaciones y mayor contacto con la familia directa, mayor estrés, yo cada día tengo más claro que hay que dejar unos días para irse solo a perderse). Lo de la amplitud viene dado por un alegre comentario de un conocido mío, un joven ingeniero francés conocido de mi familia con el que tuve oportunidad de charlar y que hizo alusión a que él disfrutaba de muchas más vacaciones que yo misma (y las mías no están nada mal). Así que me puse a darle vueltas al tema.
Empecemos, como no, por las vacaciones de nuestros representantes en el Congreso, un diputado en España disfruta de unos 18 días de vacaciones en Semana Santa, 52 en Navidad, y 70 en verano, lo que no viene a significar que durante esos días esté totalmente libre, pero sí que puede disfrutar de su libertad, aunque sea atendiendo relaciones, cogiendo teléfonos y acudiendo a eventos. El resto de los mortales, cuando vacacionamos lo hacemos en régimen de libertad condicional, condicional bien sea para que no nos echen del trabajo, para recuperar el nivel de salarios anteriores, para pintar la casa con nuestras propias manitas y ahorrar algunos pagos y para reparar averías incómodas, en pos de ahorrar suficiente dinero para poder pagar la educación de nuestros hijos a la vuelta del siempre económicamente incómodo septiembre. Podríamos decir que no podemos comparar el resto de las profesiones con las de los diputados, pero realmente sí que podemos, porque incluso ellos mismos nos dicen día sí y día también, que el futuro de España está en nuestros manos y agradecen nuestro esfuerzo realizado a raíz de la consabida crisis. Así que todos nos encontramos trabajando para recuperar el estado del bienestar, y todos representamos al Estado.
El resto de españolitos solemos disfrutar de unos 30 días de vacaciones, repartidos a lo largo del año, a excepción de los sufridos autónomos que habitualmente no disfrutan de vacaciones, y cuando sí que las tienen, se las pagan ellos. En países de la Unión Europea, como Alemania, Francia, Finlandia y Suecia disfrutan de 30 días también (pero hábiles) de vacaciones, en algunos de cinco semanas, lo que les coloca en el primer lugar del disfrute vacacional europeo, así que nos podemos quitar ya todos los complejos, no somos los que menos trabajamos, ni los que disfrutamos de más fiestas del panorama europeo. ¿Por qué no unificar en Europa, además de la moneda, los días de vacaciones?, esta propuesta la lanzó al aire a sabiendas que caerá en picado por su propio peso específico. Afortunados somos todos, sin embargo, si nos comparamos por ejemplo con Hong Kong, cuyos ciudadanos disfrutan solamente de unos tristes 7 días de vacaciones. Japón habitualmente ofrece a sus trabajadores una totalidad de 10 días, si bien ha concedido, ante la evidencia de las muertes por estrés habituales en ese país (karoshi), 5 semanas de vacaciones aquellos que la necesiten. Pero no nos confundamos, la filosofía de vida de los asiáticos es radicalmente opuesta a la nuestra cuando hablamos de trabajo. Para ellos el trabajo es una filosofía de vida, sin embargo, en los países de tradición judeo cristiana, ya nos apuntaba una predicción bíblica, después de cometer el hombre uno de sus primeros pecados: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”- con estas premisas algo de castigo hay en nuestras mentes cuando cada mañana comenzamos a trabajar.
Disfruten ustedes todos, de sus merecidas vacaciones, e intenten conseguir ese refugio sereno en que encontrarse a sí mismos, allá donde se encuentren y con quien se encuentren.