La importancia que el 4 de Diciembre de 1977 ha tenido en la historia de Andalucía –y de España, que sería muy distinta sin aquel acontecimiento- es sólo comparable a la inmensa saudade que ha ido dejando.
Aquella manifestación a la que fuimos convocados los andaluces para reclamar autonomía política propia, y no la mera descentralización administrativa (que al final es lo que ha sido todo esto) que se fraguaba entre el PSOE, la UCD, AP y la derecha nacionalista vasca y catalana, no dejó indiferente a nadie. Todos tuvieron que cambiar sus discursos para adaptarse a lo que demandaba el pueblo andaluz en las calles, como luego tuvieron que cambiar su ley tras el referéndum del 28F, por ser injusta ad hoc.
A la UCD le salieron críticos que apostaron por la autonomía andaluza, y el PSOE, que vio en nuestra tierra un filón, igual llamaba trapo a nuestra bandera y momia a Blas Infante (Alfonso Guerra dixit) y luego los sacaba de paseo en sus mítines, y AP aceptaba la nueva situación pensando en neutralizar a vascos y catalanes, aunque eso significara dar autonomía a quienes nunca la pidieron.
Hasta tal punto Andalucía reverdeció, que el periódico La Voz de Almería –propiedad del Estado, con un gobierno que estaba en contra de la autonomía andaluza- recogía el 4 de diciembre de 1977, domingo, un comunicado de la FE-JONS Auténtica, en el que informaba que “participará en la manifestación, libre de todo pacto, única y exclusivamente luchando con el pueblo andaluz por una auténtica autonomía que esperamos, un día, pueda ser expresada libremente”.
Para los falangistas almerienses, “la autonomía ha de ser forjada por el pueblo andaluz a través de una federación libre y solidaria de municipios”, y lejos de plantear la división de Andalucía, afirmaba que luchaba porque fuera “ni los límites fijados en el siglo XIX por Javier de Burgos, ni los comadreos de Felipe, Suárez y Carrillo, sino la expresión libre de los ciudadanos andaluces”.
Pero si a día de hoy puede llamarnos la atención que Falange se sumara oficialmente a la manifestación del 4D, defendiera la autonomía y no el centralismo, y tampoco pusiera en ningún momento en duda la identidad andaluza común, no sorprende tanto que la Iglesia, con la firma (es un decir, ya que aparece la foto si el nombre) de su Obispo en la provincia de Almería (Manuel Casares Hervás, según hemos podido conocer), mostrara también su firme apoyo al proceso político que el pueblo iba a pedir ese mismo domingo en la calle… suponemos que después de ir a misa.
Este granadino dice de sí mismo “soy andaluz y amo mi tierra”, y afirma en su artículo “con motivo del Día de Andalucía”, que “Andalucía es un pueblo callado, resignado y sufrido casi hasta el fatalismo”. Y llega incluso a parafrasear el Manifiesto Andalucista de 1918, en aquello de que “Andalucía es la tierra más alegre, de los hombres más tristes del mundo”, al afirmar que “Andalucía es un pueblo de agudo ingenio natural, de fina sensibilidad para el dolor y la alegría, aunque esa fiesta, no pocas veces, sea como el disfraz con que a veces se encubre el secular sacrificio y la incomprensible marginación”.
Critica igualmente que el “subdesarrollo pasa por extensas zonas de nuestra Andalucía”, pero que tiene potencialidades suficientes “para ser borrada de la lista ingrata de la bolsa de la pobreza”.
Y concluye con un deseo, “que este Día de Andalucía sea una fecha de reflexión, de toma de conciencia de lo mucho que se puede y nos falta por hacer; día de solidaridad fraternal, de paz, de nuevos impulsos y como una cadena que empieza de mejores realizaciones y fundadas esperanzas”. En resumen, paz y esperanza, los colores de nuestra bandera.
Valgan estos dos apuntes, el de la posición en Almería de Falange Española y del Obispo de la Diócesis, para evidenciar que aquel 4 de Diciembre de 1977 fue acontecimiento arrollador, algo superó a todos, hasta el punto de que también ese mismo año, y por tanto antes de la aprobación de la Constitución de 1978, antes de la aprobación en referéndum de la autonomía, antes de la aprobación del Estatuto que consolidaba legalmente nuestros símbolos, el franquista que presidía la Diputación de Almería y toda ella en pleno, aprobaron colgar la enseña en el balcón principal del Palacio de la calle Navarro Rodrigo.
Sólo una minoría de visionarios, los llamados andalucistas, percibieron con nítida claridad hacia dónde iba encaminándose la construcción territorial española; sólo ellos se dieron cuenta de Andalucía iba a volver a quedarse fuera de juego si no se movía… ¡y vaya que si se movió!