¿Para qué sirve un partido político? La respuesta que dan quienes militan en alguno, es que para cambiar la sociedad, y luego ya cada cual añade los adjetivos propios de sus principios ideológicos.
¿Y eso cómo se logra? Parece lógico que sea estando en las instituciones, gobernando a ser posible, o en la oposición para desde ahí ejercer el control del gobierno y poder influir en las decisiones si existe la oportunidad.
El clave reside en que para lograr el objetivo de estar en las instituciones, y más aún, gobernar, es imprescindible que te voten, y te vota la gente, los que son militantes y los que no, y entre estos últimos hay una parte importante que tiene claro que la papeleta es suya, y que hoy se la da a unos, y cuatro años después a otros… o a nadie.
Va todo esto por la travesía que para los partidos suponen las Primarias, un “invento” del PSOE que no levanta cabeza desde entonces, pese a lo cual, todos los partidos están afanados en imitarlo.
Si nos atenemos al proceso socialista, es posible observar que los avales van por un lado, los militantes por otro, y los votantes… por ninguno.
Los resultados de los avales pueden analizarse desde varios puntos de vista, y uno de ellos es el territorial. Así, Susana Díaz ha ganado allí donde el PSOE gobierna, y donde esos gobernantes la han avalado públicamente. Como los resultados entre ella y Pedro Sánchez han estado tan ajustados, cabe pensar que, sin el temor a decir no a quien firma tu nómina, esa diferencia hubiera sido mucho menor, inexistente, o inversa.
Mirando desde otro lado, puede entender que los militantes que la han avalado, en su gran mayoría están ideológicamente más próximos a los votantes socialistas, y por eso en esos territorios los socialistas obtienen sus mejores resultados. Y esa es la clave. Quienes dan la victoria electoral no son los militantes, ni los avalistas, son los votantes.
Sánchez ganó unas Primarias y dejó al PSOE en el peor resultado de su historia reciente, y visto lo visto, podría volver a ganarlas gracias a los militantes. Es decir, los militantes quieren un partido y programa estilo Pedro, pero los votantes no.
O tal vez tampoco sea eso. Tal vez quienes han avalado a Sánchez tampoco arden en deseos de verle convertido de nuevo en secretario general, pero reprochan de esta manera los modos y maneras de Susana Díaz y de las poderosas baronías territoriales.
Y hasta podría ser que quienes han avalado a la andaluza tampoco estén loquitos por verla en Ferraz, pero recriminan así los devaneos de Sánchez con Podemos y los nacionalistas, creyentes en que sería letal electoralmente para el PSOE cualquier alianza con los morados o con independentistas.
No deja por tanto de ser un asunto “interno” esto de las Primarias, algo que concierne a los militantes, ya que el partido es suyo, de los que pagan las cuotas, de los que acuden a reuniones, elaboran programas, pegan –es un decir- carteles… se lo trabajan cada día.
Pero sinceramente, prefiero un partido político auténtico, con un mensaje propio aunque no sea compartido por la mayoría, a una formación fundamentada el marketing de decir a cada cual lo que quiere oír y en el tono que quiere escucharlo.
Lo que sucede es que luego seremos nosotros, los electores, quienes decidiremos si ese candidato y ese programa, nos convence o no. De ese equilibrio entre militancia y “votancia” salen los éxitos y los fracasos.