Cuando Pedro Sánchez llegó a La Moncloa tras la moción de censura a Mariano Rajoy, en Almería muchos nos preguntamos lo mismo: ¿afectará este cambio de gobierno a las obras del AVE? Íñigo de la Serna, entonces ministro de Fomento del PP, nos había asegurado que había dinero, que todo lo licitado se ejecutaría. Pero apenas tomó el relevo José Luis Ábalos en Fomento, aquellas licitaciones desaparecieron del mapa. ¿Por qué? Hoy, gracias a la UCO, lo sabemos.
En una reunión celebrada en la Subdelegación del Gobierno, varios directores de medios escuchamos de boca del propio Íñigo de la Serna que el AVE estaba blindado. Nos dijo que había financiación garantizada, que no habría retrasos, que las licitaciones del tramo almeriense eran firmes. Y no solo nos lo dijo: lo dijo en voz alta y mirando a los ojos. No parecía un brindis al sol.
Pero el panorama cambió de golpe cuando Sánchez tomó el control del Ejecutivo. Ábalos, nuevo ministro de Fomento y mano derecha del presidente porque no en vano era también el secretario de Organización del PSOE y uno de sus tres acompañantes en el mítico Peugeot, decidió anular todas las licitaciones que había dejado firmadas el PP. Alegó que había que “revisarlo todo”. Algunos desconfiamos, claro, pero tampoco teníamos pruebas para desmontar su relato.
Hasta ahora.
Gracias a la investigación de la UCO —y lo que hemos publicado también en Noticias de Almería— hoy sabemos que detrás de aquella paralización había algo más que supuestas diferencias técnicas: había negocio. Una red, presuntamente delictiva, tejida por Ábalos, su asesor Koldo García, y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, que cobraba mordidas por adjudicar contratos públicos. Y uno de esos contratos fue el tramo Pulpí–Vera del AVE.
Según la Guardia Civil, Acciona habría pagado más de 550.000 euros para hacerse con una adjudicación de 121 millones. Y para lograrlo, tuvieron que elegir la segunda oferta más cara, obviando otras mejor valoradas economicamente, acudiendo a darle más puntuación en aspectos "subjetivos". ¿Qué sentido tenía paralizar las licitaciones previas? Exacto: había que tumbar lo que ya estaba adjudicado para volver a sacarlo… y así “colocar” a las empresas amigas, dispuestas a pagar su comisión.
Esto no solo huele mal. Esto es corrupción, con todas sus letras. Y la pagamos nosotros, los ciudadanos. Porque cada retraso en las obras se traduce en oportunidades perdidas para Almería. Cada euro en comisiones es un euro que no va a mejorar la infraestructura. Y cada vez que se prioriza el interés personal sobre el general, el progreso se estanca.
¿Dónde estamos ahora? Pues muy lejos del calendario prometido. En 2018 se nos dijo que el AVE llegaría en 2023. Luego, que en 2025. Después, en 2026. Y ahora, aunque el ministro Óscar Puente asegura que llegará “esta legislatura”, sabemos —por los propios documentos de licitación— que no veremos trenes hasta 2030, como pronto. Porque si el soterramiento de Almería no termina hasta esa fecha, es imposible que el AVE llegue antes.
El AVE a Almería ha sido una víctima más del clientelismo político, y cabe preguntarse si otros retrasos "técnicos" en adjudicaciones no se han debido a falta de acuerdo en las mordidas, y no se han resuelto hasta que los trincadores han trincado. No ha sido un retraso casual. Ha sido un sabotaje deliberado al interés público. Y no lo olvidemos: cuando una empresa paga una mordida, lo hace con dinero que luego repercute en su factura. Así que, en el fondo, somos nosotros quienes financiamos ese sobrecoste. Una y otra vez.
Me cuesta contener la indignación. No solo por lo que se ha hecho con nuestra provincia, sino porque aquí se ha mirado para otro lado desde el partido del gobierno, justificando anulaciones y retrasos aunque no se tuviera ni idea de por qué pasaba, pero había que achantar la mui. Esta tierra no pide privilegios, solo exige trato justo. Y que de una vez por todas se nos deje de utilizar como moneda de cambio para tejemanejes de partido.
Queremos el AVE. Queremos transparencia. Y queremos justicia. Porque si a alguien le pareció que Almería era el lugar perfecto para meter mano sin que se notara… que sepa que aquí estamos. Y que no nos vamos a callar.