Si hay algo que en Almería entendemos bien, con nuestros ciclos de sol y sequía, es la implacable previsibilidad de ciertos fenómenos. Y en el panorama político del Estado, el
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), bajo la presidencia del sociólogo
José Félix Tezanos, se ha consolidado como la versión demoscópica de ese ciclo: sabemos cuándo llega, qué nos dirá y, sobre todo, a quién beneficiará su pronóstico.
El último barómetro preelectoral sobre las elecciones anticipadas en Extremadura es el ejemplo más reciente de esta infalible ley no escrita: si uno quiere acertar el pronóstico del CIS, solo debe pensar qué es lo que más conviene al Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
No nos engañemos, el CIS ya no es una herramienta de medición. Es una herramienta de narrativa. Funciona como el 'cierre patronal' de una fábrica de pronósticos, donde el resultado siempre debe apuntar al escenario más favorable para el Gobierno, o, en su defecto, al que mejor movilice a sus bases.
En el caso de Extremadura, la presidenta de la Junta, María Guardiola (PP), convocó elecciones anticipadas para el 21 de diciembre, tras la ruptura de su pacto de gobierno con Vox. Este contexto, que debería haber centrado el debate en la estabilidad del ejecutivo autonómico, ha sido hábilmente redirigido.
El argumentario es simple: el PP, que en las elecciones de 2023 logró 28 escaños y el 38,78% de los votos, junto al PSOE que también alcanzó 28 escaños con el 39,90% de los sufragios, se enfrenta ahora a un nuevo escenario. El reciente CIS, cuyo trabajo de campo se realizó entre el 21 y el 25 de noviembre, parece diseñado con bisturí para generar un miedo útil a la polarización:
El PP de Guardiola ganaría, sí, pero se quedaría en un estancamiento o ligera caída (el CIS le da un 38,5% de voto estimado, sin mejorar los resultados de 2023). Esto ya les obliga a depender de un socio inestable.
El PSOE de Extremadura, con Miguel Ángel Gallardo como candidato, lograría el 31,6% de voto estimado, una caída notable, pero no terminal. Aquí es donde entra la magia.
Vox experimenta una subida espectacular, hasta el 17,3% de los votos y duplicando sus escaños hasta los 10-12 (frente a los 5 de 2023), según el CIS.
El mensaje que emana es cristalino: la derecha se estabiliza o cae ligeramente y la extrema derecha sube con fuerza. ¿Y cuál es la única conclusión lógica y socialista? Que solo un ascenso del PSOE puede ser el muro de contención necesario para evitar la entrada de esa "ultraderecha desbocada". No importa que el candidato socialista, Miguel Ángel Gallardo, deba enfrentarse a un juicio oral junto al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez Pérez-Castejón, en el caso por presuntos delitos de prevaricación y tráfico de influencias en la Diputación de Badajoz.
Cuando el líder socialista está imputado por un caso que implica al "hermanísimo", lo normal, lo que dicta la coherencia, sería un desplome electoral, un castigo sin paliativos. Pero la Ley de la Subida Socialista del CIS dicta lo contrario: el escándalo es solo un ruido de fondo que debe ser acallado por la amenaza superior (el auge de Vox).
Así, el barómetro se convierte en un instrumento de movilización. El electorado, incluso el almeriense que mira de lejos lo que ocurre en esa Comunidad Autónoma vecina, entiende el subtexto: la única opción viable para evitar el peor escenario es votar por el Partido Socialista, el valor seguro, la solución al problema que el propio estudio de Tezanos se encarga de inflar.
En definitiva, las encuestas del presidente del CIS no miden una realidad, sino que aspiran a crearla. Es un ejercicio de profecía autocumplida donde la rigurosidad científica se somete a la utilidad partidista. Y en Almería, donde nos encanta el juego de tronos a la andaluza, sabemos que a veces, para saber lo que va a pasar, solo hay que preguntarse qué querría el jugador más poderoso que pasase. Y, casualmente, el CIS siempre acierta.