Putin boicotea la Navidad

Antes, la principal preocupación era encontrar el regalo perfecto o decidir si se invitaba al cuñado a la cena de Nochebuena. Ahora, el espíritu navideño está en jaque por una amenaza que, según ciertas interpretaciones de los informes oficiales, tiene el dudoso honor de venir directamente de Moscú: la Peste Porcina Africana (PPA). Y si lo consiguen, la cosa va a ser mucho más grave que un calcetín sin pareja.

El Jamón, ese emblema innegociable de la opulencia y el buen gusto en la mesa de Navidad y Nochevieja, y la estrella indiscutible de cualquier Cesta de Empresa que se precie, podría convertirse en un artículo de lujo tan inalcanzable como un apartamento en la primera línea de la playa de El Zapillo en agosto.

Piensen en el drama:

1. El Compromiso con la Cesta: ¿Qué regala una empresa almeriense a sus empleados para demostrar su agradecimiento? Una cesta donde, si el jamón falta, es un simple puñado de turrones rancios. Imaginen el careto del empleado abriendo la caja y encontrando un triste voucher por una paletilla de pavo. El jefe, en la cena de empresa, tendrá que explicar la "innovación" como una "adaptación estratégica a las nuevas sensibilidades alimentarias", cuando en realidad, ha sido víctima de la estrategia de Vladímir Putin de desestabilizar la charcutería del Estado.

2. La Mesa de Nochevieja: La tradición dicta que el jamón debe presidir la mesa como un rey absoluto. Es el aperitivo, el comodín de última hora y el consuelo de la madrugada. Si la PPA sigue campando a sus anchas, incentivada, dicen, por la nula cooperación rusa, el único jamón que podremos trinchar será el de un pavo, o peor, el de York (con todo el respeto para el fiambre).

Todo esto ocurre mientras el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, con Luis Planas a la cabeza, y las Comunidades Autónomas, incluida Andalucía, hacen malabares para contener la enfermedad detectada en Cataluña. Recordemos, han tenido que sacrificar a miles de cerdos sanos para evitar que el virus se extienda a otras zonas, como nuestras provincias vecinas o, Dios no lo quiera, la nuestra.

Seamos honestos. La guerra moderna no se libra solo con drones. Se libra con la moral. Y si hay algo que desmoraliza más a un español, y por ende a un almeriense, que el saber que no habrá gamba roja, es saber que el jamón de Navidad es una pieza de museo.

La escasa transparencia que ha exhibido Rusia a la hora de notificar sus brotes de PPA (940 brotes desde 2019, afectando a más de 136.000 cerdos, como ya sabemos) es, en el fondo, una estrategia psicológica. Saben que un brote serio en España, el principal exportador mundial de jamón, no solo causaría un desastre económico para nuestro sector porcino, que genera 300.000 empleos en el Estado, sino que nos tocaría el alma.

El Gobierno de España lucha contra la amenaza con bioseguridad y control de jabalíes. Pero en el fondo, estamos en una carrera contrarreloj para salvar la Navidad. No es una lucha por la democracia, es una lucha por el derecho fundamental a tener un buen plato de ibérico en la mesa en Nochebuena.

Así que, cuando estas Navidades se encuentren delante de ese jamón (si es que lo encuentran), no piensen solo en el sobrecoste que les ha supuesto. Piensen en él como un trofeo de guerra, una prueba tangible de que la geografía política del Estado ha logrado resistir el asalto porcino de la potencia euroasiática.

¡Feliz Navidad! Y que el jamón les dure hasta Reyes. Si es que Rusia nos deja.