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Al carajo
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Al carajo

Por Antonio Felipe Rubio
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afelipeafelipecom/7/7/15
miércoles 10 de diciembre de 2025, 17:43h
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He de reconocer mi desconocimiento sobre las maliciosas implicaciones que contenía un inocente hipocorístico. Ahora resulta que Charo no es un apocope cariñoso de mi prima Rosario. Esta es la consecuencia de estar al margen de la “cultura” de las redes sociales y acceder a la información a través de los medios clásicos: prensa, radio, tv y digitales.

Charo es, según la neonomenclatura de la imbecilidad Woke, una mujer de ideología de izquierdas que, a su vez, no deja de ser un coñazo. El origen de la acepción nos llega, como en tantas ocasiones, de anglosajón Karens: mujeres feministas, reivindicativas y de ideología “progresista”; y siempre que el calificativo sea proferido por personas con ideología de derecha o de extrema derecha. Este extremo hace que algunas personas se ubiquen en un limbo ideológico, según la nueva nomenclatura sociata. Conozco a gente de derechas a las que jamás escuché eso de charos dirigido hacia sociatas al borde de un ataque de nervios.

Esta absurda imposición e impostura del neolenguaje orwelliano-progresista colisiona con la riqueza polisémica de nuestro lenguaje castellano. Además, genera anfibologías que conducen cuando menos al ridículo y, casi siempre, a las payasadas evacuadas y excretadas por una clase política sumida y okupada en las chorradas semánticas en vez de solucionar los problemas de la sociedad que malparan detentando el poder.

Acabamos de celebrar el día 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción de María. Inmaculada, aplicando los diferentes hipocorísticos, puede ser Inma o Macu; y hasta aquí -de momento- no existe condena sociata a ambas acepciones. El problema aparece con Concepción, que puede ser apocopado por Conce o Concha. Concha no tiene problema pronunciado en España, pero no es lo mismo en Argentina y otros países hispanoamericanos. Allí, concha es la vulva, vagina... Y no tendría nada de extraño que, extendiendo la comprensión sociata hacia el abrigo y las tendencias propalestinas, magrebíes y subsaharianas, también se obligue a respetar a las mujeres que llegan allende los mares y que pudiesen ofenderse por hipocorísticos tan “salaces” como Concha.

El neolenguaje de la izquierda es el trampantojo de la mayor hipocresía sociata, ecologeta y pseudoprogresista. Además, es un ejercicio propio de las dictaduras autócratas que, para su identificación, exhiben un lenguaje inequívocamente artificioso y adecuado a las nuevas normas de la cancelación de la libertad de expresión. Todos, todas y todes. Ellos, ellas y elles. Almerienses y almeriensas… La interminable retahíla de sandeces no es una ampliación del lenguaje con aportaciones inclusivas, integradoras, igualitarias, feministas, extensión de derechos y por la emergencia climática. Cada día soporta nuevas gilipolleces emanadas desde distintos foros, y de esto no escapa el Partido Popular. Tampoco lo hacen algunas asociaciones y colegios profesionales como el de Periodismo. Ahora escriben comunicados a los profesionales con el horroroso Tod@s, L@s, nosotr@s, etc.

El absurdo mimetismo de la sociedad sucumbe por temor al señalamiento y a ser incluidos en la nueva taxonomía aplicada al sexo masculino de los desafectos al régimen “progresista”: señoros, cayetanos, machirulos… Y si es tan degradante llamar charos a las hiperactivas, dispersas y compulsivas activistas de la izquierda, espero que también restañen el daño causado a los hombres con injustos apelativos (señoros, cayetanos, machirulos…), especialmente cuando estos calificativos provienen de ejemplares tan paradigmáticos del feminismo como los conocidos restriegabraguetas, destrozaparadores, manoslargas y los que se refrescan en el baño o babosean como gasterópodos en celo.

En cualquier caso, y como norma general para los woke, neolingüistas, charos, feminazis, sociatas y otras florifaunas conocidas y las que están por llegar ¡Váyanse al carajo! Y que cada uno entienda carajo desde su acepción náutica o la más próxima al rafe perineal masculino.

Antonio Felipe Rubio

Periodista