“Las dos naciones de España. Una, al norte, España; otra al sur, Andalucía”
Angel Ganivet (Granada 1865-1898)
Cansino, sí, vale, pero es complicado sustraerse a lo que está pasando en Cataluña, y que se mire como se mire, es algo que nos afecta a todos. Es algo que no tenía que haber ocurrido, pero que resultaba completamente previsible. A estas alturas es imposible saber en qué momento tiene su punto, pero sí podemos saber que no será el punto final sino el punto y seguido.
Quizá, si allá por los años 1976 y 1977 partidos políticos como la UCD, como AP, como el PSOE, e incluso el PCE, no hubiera intentado perpetrar una Constitución en la que la estructura territorial solo recogiera las aspiraciones nacionales de vascos y catalanes, tal vez, la situación actual no hubiera llegado a producirse.
El 21 de julio de 1873 “en Despeñaperros, histórico e inexpugnable baluarte de la libertad” los federales declaran la independencia del “Estado Andaluz” ("En Despeñaperros, histórico e inexpugnable (sic) baluarte de la libertad, se enarboló ayer, por las fuerzas federales que mandan los que suscriben, la bandera de independencia del Estado Andaluz."). Una década después se redacta la Constitución de Antequera en la se declara “una Andalucía soberana constituida en democracia republicana”.
Valgan estados pinceladas históricas –existen innumerables datos más, pero sirvan como ejemplo- previas incluso al nacimiento del Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, para dejar claro que las aspiraciones de Andalucía por su autogobierno –como mínimo eso- no son de ahora, pero tampoco de ayer, o de hace una década, ni de hace un siglo, ni de hace dos…
Obviamente nada de esto se estudia en los colegios andaluces, que han reducido a mero concepto administrativo la autonomía de nuestra tierra, como han hecho los mismos partidos políticos que pidieron el Sí en dos referendos en los que se la define a Andalucía como “patria”, como “nacionalidad histórica” y como “realidad nacional”, y aún hablan de sus órganos como “comité regional” o “congreso regional”.
Lo que hoy está ocurriendo allá en el norte de la Península Ibérica, quizá podría haberse evitado leyendo una única página del periódico La Voz de Madrid de su edición del 6 de julio de 1936, y señalo esa porque se produce la coincidencia de tres noticias que en mayor o menor medida también cuentan otros diarios de esa fecha, pero que ellos llevan en una sola página.
Abre arriba el titular “El Estatuto vasco y los ferrocarriles fueron los principales temas de la reunión ministerial”, debajo de esa noticia se encuentra “Después del plebiscito para el Estatuto Gallego. Asamblea Magna para dar cuenta del resultado. El 15 será presentado el Estatuto a las Cortes”, y la tercera información es “Por el Estatuto de Andalucía”. Y no hay más.
Cuando vascos y catalanes pactaron con los partidos centralistas una configuración territorial a dos velocidades, quisieron utilizar el calificativo de “naciones” pero finalmente acordaron la expresión “nacionalidades” como fórmula de consenso para permitir que España pudiera ser la única con ese calificativo, pero al tiempo, idearon el adjetivo de “históricas” con la idea de que solo aquellas que hubiesen logrado su autonomía en la II República pudieran tener un grado de autogobierno político que superara la descentralización administrativa que sería algo que podrían desarrollar las regiones.
El hecho era que Cataluña ya había aprobado el suyo, los vascos lo hicieron en plena Guerra Civil, el gallego quedó en el Congreso –hemos indicado que el 15 era remitido a Cortes-, y “el último domingo de septiembre” de 1936 tenía prevista la reunión de la Junta pro Estatuto de Andalucía en la que participaban cargos políticos de todas las provincias, para dar el visto bueno al anteproyecto que sería remitido a Madrid. Obviamente ese “último domingo de septiembre” hubo otras urgencias porque había estallado el 18 de Julio.
Si a Andalucía se la hubiera admitido como “nacionalidad histórica” no hubiera hecho falta un 4D, y tampoco hubiéramos tenido que pasar por un referéndum como el del 28 de Febrero, porque nadie más pedía autonomía plena además de aquellos a los que se les había preconcedido (vascos y catalanes). Sólo la pidió Andalucía, pero alguien pensó que “antes muerta que sencilla” que dice la coplilla, y decidieron que si no nos podían parar, al menos nos pondrían la zancadilla.
Si además el Estado hubiese jugado limpio, considerando que en un referéndum lo que vale es si hay más síes o más noes, habríamos barrido, pero como hicieron trampas, al final le doblamos el pulso, y en vez asumirlo, cometieron el gran error que hoy se está pagado.
Otorgar la autonomía política a quienes no la habían pedido nunca, y les bastaba la prevista descentralización administrativa, con el fin de justificar que pudiéramos tenerla quienes por historia estábamos legitimados, fue el gran fallo. Devaluaron el concepto de "nacionalidad histórica", y devaluaron el acceso y el concepto de autonomía política.
Otorgar la autonomía política a quienes no la habían pedido nunca, y les bastaba la prevista descentralización administrativa, con el fin de justificar que pudiéramos tenerla quienes por historia estábamos legitimados, fue el gran fallo. Devaluaron el concepto de "nacionalidad histórica", devaluaron el acceso y el concepto de autonomía política, y se la otorgaron sin pedirla a Cantabria, o a Madrid, o a Murcia, al mismo nivel que a Cataluña, País Vasco, Galicia o Andalucía, y eso no era ni es razonable. Ahí resurgieron las tensiones territoriales a las que se pretendía dar respuesta, haciendo que el remedio fuera peor que la enfermedad.
Si Andalucía hubiese ocupado el puesto que por derecho histórico estaba llamada a ocupar, hoy existirían cuatro nacionalidades históricas con autonomía política y el resto serían regiones, y se hubiese atendido a las aspiraciones también históricas –en el sentido de que fueron planteadas y proyectadas- de unificar territorios, quizá la administración del Estado habría sido más sencilla. Así, la autonomía catalana podría haber abarcado también a Baleares, Valencia y Aragón, y el País Vasco podría ser un sola con Navarra, y Andalucía tendría incorporada a Murcia, Extremadura, Ceuta y Melilla, y del mismo modo Castilla sería una sola unida a León… y esto no es más que algo que puede encontrarse en distintos documentos históricos sobre esta cuestión, que pueden parecer elucubraciones, sí, pero objetivamente habría menos autonomías y al margen de la cuestión política, la descentralización administrativa habría resultado más coherente.
Andalucía siempre ha estado ahí, aunque los libros de historia de los colegios andaluces cuenten qué pasó el 18 de Julio de 1936, pero no hablen de qué significó aquello para el devenir de nuestra patria.