Hay noticias que te encogen el alma, pero que al mismo tiempo te recuerdan la fuerza increíble del espíritu humano. Hoy, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, Save the Children ha hecho algo precioso pero desgarrador: publicar los dibujos de los niños de Gaza. Y mirarlos es como asomarse a un mundo donde la realidad es gris, pero la imaginación es de un color flúor imparable.
Esos dibujos no son solo trazos. Son la ventana a la mente de unos niños que viven rodeados de escombros, de sirenas y de la incertidumbre más dura, pero que, ¡fíjate tú qué lección nos dan!, no se olvidan de soñar. Veo uno que quiere ser médico —seguro para curar a su gente—, otra quiere ser escritora —para contar su historia, supongo—, y alguno más aspira a ser diseñador de moda. ¡Diseñador de moda! En medio de todo, el arte, la belleza y la creación se abren paso.
Me recuerda a cuando era pequeña y mi madre me animaba a dibujar en los momentos malos. Ella siempre decía: "Dibuja lo que quieres, no lo que ves". Y esa parece ser la filosofía de estos pequeños héroes. Es el mecanismo de defensa más puro y poderoso: la esperanza. Es la negación a dejar que el miedo se coma sus aspiraciones.
Aquí, en Almería, a veces nos quejamos por tonterías, por el tráfico en el Paseo Marítimo o por encontrar sitio en la terraza de moda. Y luego ves estos dibujos y te das cuenta de lo que es la verdadera resiliencia. El hecho de que un niño en Gaza siga soñando con diseñar ropa, cuando lo más urgente es tener un techo, es un acto de rebeldía, una declaración de vida.
Estos trazos, llenos de aviones y casas que vuelan, son un grito mudo por la paz y la normalidad. Y son también un espejo que nos pone en evidencia a los adultos: ¿De verdad estamos haciendo todo lo que podemos para proteger esos sueños? ¿Para que esos futuros médicos y escritores no tengan que dibujar su dolor, sino su alegría?
La salud mental de estos niños está agarrada con alfileres a ese hilo de la fantasía. Es nuestra obligación moral, como sociedad y como periodistas, no solo mirar los dibujos, sino también actuar para que esos sueños se puedan pintar algún día en la realidad, lejos de las ruinas. Save the Children ha puesto los dibujos; ahora, nos toca a todos poner los ladrillos para que esos sueños tengan dónde construirse.