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Homo almeriensis

Por Rafael M. Martos
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domingo 18 de febrero de 2018, 12:03h

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El alcalde de Almería, Ramón Fernández Pacheco, nos había reunido a un grupo de periodistas para presentarnos los cimientos del Plan Estratégico que ha puesto en marcha, y de un modo abierto y sin protocolos, dialogar sobre el mismo, pero una vez iniciado el coloquio se abrieron dos planteamientos que me parece interesante abordar en estas líneas.

Uno de ellos fue la insistencia de algunos interlocutores en afirmar que “los almerienses somos”, y tras eso añadir distintas consideraciones taxativas. Por ejemplo, Pedro M. de la Cruz (La Voz de Almería), sostenía que “somos bipolares” porque nos despertamos pensando que somos lo peor, y nos acostamos creyendo que somos los mejores. Antonio Lao (Diario de Almería) contestaba a quienes habían asegurado que “individualmente somos la leche, pero no funcionamos como colectivo” que los colectivos son la suma de las individualidades. Por su parte, Antonio Torres (Canal Sur), puso en valor el pasado de la provincia para argumentar que no podía considerarse, como también dijo alguien, que no había sido nada, y que al contrario, en ocasiones fue foco de modernidad a pesar de los inconvenientes en el tema de las comunicaciones que aún hoy padecemos. Lo más sorprendente es la autoridad con la que se habla de cómo son/somos los almerienses.

En tono de broma, otro compañero de tertulia televisiva, Jose Fernández, suele sugerir que si hay tres personas hablando, y una lo hace bien de Sevilla, otra mal, y la tercera critica Almería, es evidente que el primero es sevillano, el segundo malagueño y el tercero almeriense… lo que sí puede decir este nacido en Granada y residente en Almería, que vivió más de un año en Sevilla, es que nunca oyó a ningún sevillano hablar mal de otros andaluces.

Permítanme discrepar de todos ellos a la vez, y es que creo que el primer error de base viene de la generalización. Que en 2018 alguien se atreva a decir cómo son los almerienses me parece un atrevimiento inconsistente, habida cuenta de que hace una semana ofrecíamos en Noticias de Almería un dato de gran interés en ese sentido, y es que en 2017 alrededor del 40% de los habitantes de esta provincia no han nacido en ella.

Parece más que evidente que si acumulamos generaciones, no es nada aventurado asegurar que más de la mitad de los actuales residentes en Almería tienen sus orígenes más inmediatos fuera, es decir, que directamente no nacieron aquí, o quienes no lo hicieron fueron sus padres.

Si además el año anterior ese porcentaje superaba el 33%, y en 2003 la cifra era del 25%, parece más que evidente que si acumulamos generaciones, no es nada aventurado asegurar que más de la mitad de los actuales residentes en Almería tienen sus orígenes más inmediatos fuera, es decir, que directamente no nacieron aquí, o quienes no lo hicieron fueron sus padres.

Por tanto, decir si los almerienses son/somos, de determinada manera me parece una frivolidad que no se sostiene. Es como cuando se afirma que “los españoles somos”, cuando las diferencias de todo tipo entre un gallego y andaluz, o entre un castellano y vasco, son tantas como entre un catalán y austríaco. Es más, una provincia como esta, que fue desgajada de Granada, y que bien podría haber tenido su capitalidad en el interior, que habría podido tener siete pueblos más o doce menos, tampoco es el ejemplo más palmario para hacer aseveraciones del tipo “los almerienses somos”, ya que bien podrían haber sido los abderitanos granadinos, o los pulpileños murcianos, o los lorquinos almerienses, o los sexitanos almerienses, y capítulo aparte es la Alpujarra, que bien podría haber sido toda almeriense, o toda granadina.

Fruto de la visión centralista y castellanista de la historia, en esta misma charla hubo que escuchar que Almería no había sido nada hasta recientemente, y bueno, no es así. La que hoy es capital de la provincia, fue el puerto más importante del Mediterráneo, fue una ciudad económicamente potente… hasta que una alianza internacional la destruyó, sembró sus campos de sal para que nunca más crecieran cultivos, y a cambio hoy, esta provincia se pone la enseña de aquel ejército criminal como bandera, y sí, desde entonces esta tierra fue machacada sistemáticamente como el resto de Andalucía, y no levantó cabeza durante siglos.

Pero esa parte de nuestra historia está olvidada, no vaya a ser que a los almerienses como al conjunto de los andaluces, nos dé por volver a ser lo que fuimos.

Y fuimos mucho y muchos. En 1981, cuando se celebró el referéndum por la autonomía, había tantos almerienses residiendo en la provincia como fuera de ella, según los datos del INE, a lo que hay que añadir que probablemente eran aún más los que estaban lejos, ya que lo normal era emigrar, y si acaso había trabajo en otro lugar, trabajar, censarse… pero no borrarse de donde estaba antes, y teniendo en cuenta que no había sistemas informáticos, estar aquí anotados y no residir era más que habitual. Eso, en una provincia tan emigrante como la nuestra dio lugar a lo que luego vimos en el dato de participación del mencionado referéndum.

La realidad es que Almería no sufre ni más ni menos –solo de modo diferente- los mismos problemas que otras provincias. Basta mirar la prensa de Huelva para observar que su sentimiento de abandono es similar al nuestro, pero miremos a la vecina Murcia, con un potente grupo de cartaginenses que no se siente de esa región, y qué decir del “Teruel también existe” o de Cuenca, y eso por no meternos en más profundidades, como el dejadez que sienten en Melilla, o Canarias, o incluso en zonas de León.

Valga esto para aseverar que no se puede sostener con un mínimo rigor ningún análisis que comience con la premisa “los almerienses son/somos”.

Es una información de noticiasdealmeria.com:..

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y la novela "Todo por la patria"