La formación de extrema derecha ha logrado una consejería de agricultura y temas forestales en Extremadura tras la bronca con el PP de María Guardiola, de quien rechazaron un acuerdo programático sencillamente porque no les contemplaba en el gobierno, a pesar de que le ofrecía la presidencia de la Asamblea, una secretaría de la Mesa de la Asamblea, así como direcciones y secretarías generales en distintas consejerías, un senador autonómico y algunas cosas más. Al final, ha quedado claro que lo importante no era el programa-programa-programa que diría el comunista Julio Anguita, sino el sillón-moqueta-nómina, y la presidencia de la Asamble fue a manos del PSOE, que vislumbró volver a presidir Extremadura.
El acuerdo entre PP y Vox para gobernar juntos en Extremadura se ha cerrado in extremis, después de que los de Santiago Abascal pusieran sobre la mesa unas exigencias que los populares consideraban inasumibles. Según fuentes del PP, Vox pidió primero las consejerías de Agricultura y Educación, para hacer política ideológica, y después cambió esta última por Cultura.
Ante la negativa del PP a ceder esas carteras, Vox rompió el principio de acuerdo que habían alcanzado.
Sin embargo, todo eso se ha esfumado por la ambición de Vox, cuyo poder, influencia y visibilidad, ha quedado reducida a una única consejería, la de Gestión Forestal y Mundo Rural, que tiene competencias en agricultura, ganadería, caza y pesca.
Mientras tanto, el PSOE se ha hecho con el control de la Asamblea de Extremadura, al obtener la presidencia y dos secretarías. Los socialistas deben estar muy agradecidos a Vox por su colaboración involuntaria para frenar el cambio tranquilo que prometía el PP, y ha quedado claro que los de Abascal tienen al PP como enemigo, no al PSOE, de quiene son aliados.
Lo de Extremadura puede interpretarse en el ámbito estatal como un aviso a los votantes del PP: Vox no dudará en dejar a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno otros cuatro años si Alberto Núñez Feijóo no claudica llegado el caso, porque para ellos lo importante no es España sino el poder.
Pero el PP ha sido incapaz de transmitir que si Fernández Vara volvía a ser presidente era responsabilidad de Vox, que anteponía los sillones a los principios (estaban por escrito y difícilmente podían argumentar no compartirlos), y más bien al contrario, la idea extendida era la inquina de Guardiola contra aquellos a quienes considera homófobos y racistas. Así, llegado el caso, Abascal no apoyaría un gobierno de Feijóo si no recibe suficientes prebendas, y si tiene que seguir Sánchez, pues que siga. Esa es la lección de Extremadura.
Así pues, Vox se ha dejado pelos en la gatera extremña, al renunciar a una mayor representación institucional por una consejería menor, y arriesgando el futuro de la Comunidad solo por cuotas de poder, ya que como hemos señalado, el acuerdo programático era impecable para quienes reclamaban el cambio.
Este gesto que puede pasarle factura en las próximas elecciones si los votantes del bloque de la derecha entienden estas claves.