Es curioso cómo a veces la vida nos lleva a reflexionar sobre temas que parecen lejanos, pero que, en realidad, están más cerca de lo que pensamos. Como periodista almeriense, me siento en la obligación de hablar sobre una realidad desgarradora que ha cobrado protagonismo en nuestras costas y que, aunque se centre en Baleares, nos toca de cerca a todos los que vivimos en esta tierra bañada por el Mediterráneo.
Entre enero y junio de 2025, las costas de Baleares han sido testigos de un drama humano sin precedentes. Casi 3.000 migrantes han llegado a sus playas en pateras, buscando una vida mejor, huyendo de situaciones desesperadas. Pero junto a estas cifras escalofriantes se acumulan también cuerpos; al menos 31 cadáveres recuperados del mar. Y no puedo evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en esos cinco cuerpos hallados maniatados. ¿Qué historia hay detrás de esas vidas truncadas? ¿Qué horror vivieron antes de ser arrojados a la inmensidad del mar?
Aquí en Almería, donde las olas rompen suavemente contra nuestras playas, no es fácil olvidar que el Mediterráneo también es un cementerio para muchos. Recuerdo una tarde de verano hace unos años, cuando mis amigos y yo decidimos hacer una excursión a la playa de San José. Mientras disfrutábamos del sol y del agua cristalina, arribó una patera con migrantes habían logrado cruzar este mar tan bello como traicionero. Uno de mis amigos, cuyo padre fue pescador durante años, nos contó cómo había encontrado restos de embarcaciones destrozadas en la costa años atrás. “Es triste ver cómo algunos llegan con sueños y otros solo con recuerdos”, dijo mientras miraba hacia el horizonte.
La ruta argelina se ha consolidado como una vía principal para aquellos que buscan llegar a España. Desde Orán o Mostaganem hasta nuestras costas baleares, las pateras son pequeñas embarcaciones cargadas no solo de personas, sino también de esperanzas y miedos. La falta de seguridad en estas travesías convierte cada intento en un acto heroico o suicida; depende del punto de vista desde el cual se mire. Con GPS rudimentarios y condiciones precarias, cada viaje es un juego macabro entre la vida y la muerte.
Y aquí es donde quiero hacer un alto: ¿qué estamos haciendo nosotros? Como sociedad almeriense y andaluza, ¿cómo respondemos ante esta tragedia? A menudo veo debates encendidos en redes sociales sobre la inmigración; comentarios llenos de odio o desinformación que me hacen querer gritar: ¡hay personas detrás de esas cifras! Cada migrante tiene una historia; cada uno es un ser humano que busca su lugar bajo el sol.
No puedo evitar recordar a mi abuela, quien llegó a Almería buscando refugio tras la guerra civil. Sus relatos sobre el hambre y la desesperación me enseñaron desde pequeña lo importante que es abrir nuestro corazón y nuestra mente hacia quienes vienen buscando lo mismo: paz y oportunidades.
En definitiva, este artículo no pretende dar respuestas fáciles ni soluciones mágicas. Solo quiero invitarte a reflexionar sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Las costas de Baleares pueden estar lejos físicamente, pero emocionalmente están más cerca que nunca. Y como almeriense comprometida con mi tierra y con la humanidad, creo firmemente que debemos ser parte activa del cambio; porque cada vida cuenta y cada historia merece ser escuchada.
Así que hoy te animo a mirar más allá del horizonte azul del Mediterráneo. A recordar que detrás de cada oleaje hay sueños quebrados y esperanzas flotantes esperando ser rescatadas.