No voy glosar la épica del noble deporte del ciclismo, que para eso maestros tienen las cadenas de radio y televisión que retransmiten en directo cada etapa de la Vuelta Ciclista a Nosedonde, obligados los narradores a ocupar con palabra las muchas horas de pedaleo, pero tampoco lo voy a hacer sencillamente porque nunca la veo. No, no es que me eche la siesta -otro noble deporte... porque si el ajedrez lo es, a ver por qué no lo va a ser la horizontal sobre colchón, o las retorcidas posturas en el sofá- es que sencillamente no lo veo... no encuentro ningún interés en ver cómo otros hacen deporte, igual que no lo tengo en ver como otros comen, o realizan deposiciones.
Pero vayamos al fondo de la cuestión, y es el paso de la llamada Vuelta Ciclista a España por la provincia de Almería, y es que resulta que la serpiente multicolor llevaba ocho años sin picarnos, y bueno, decir que se da la vuelta a España y no pasar por este rincón es un contrasentido. El mismo contrasentido que cuando se ha hecho la Vuelta Ciclista a Andalucía, y se ha dejado fuera a Almería, o a Huelva, o a Jaén, o sólo pasa por cuatro de las ocho provincias.
Y es que esto no es más que un gran negocio al que se le cuelga lo de “España” o lo de “Andalucía” sin el más mínimo rigor. Todo el mundo lo sabe, pero es conveniente recordarlo, que para que una etapa de una vuelta pase por un municipio, por una provincia, para que suba un puerto, o cruce un parque, hay que pagar a la organización, y es por eso que nos encontramos con esos recorridos peculiares en los que vuelta, vuelta, lo que se dice vuelta, no hay.
Y es que esto no es más que un gran negocio al que se le cuelga lo de “España” o lo de “Andalucía” sin el más mínimo rigor.
No cabe dudar que esa presencia televisiva -principalmente- es un gran aliciente para vender unos paisajes excepcionales con la intención de que tenga una reversión turística, y de que alojar a las alrededor de 3.000 personas que mueve es una gran inyección económica para cualquier ciudad. Por eso no se trata de cuestionar la apuesta que se hace por lograr ese protagonismo, insisto en que es un negocio en el que cada uno de los implicados tiene unos objetivos concretos, y ese es uno de ellos, cumplido con creces aportando los “Sabores de Almería” a la etapa, o llegando hasta el imponente Calar Alto para que se conozca su observatorio internacional, como ha ocurrido en esta edición de 2017... como no ha ocurrido en los últimos ocho años.
Tal vez lo que le sobra a estos eventos deportivos es el uso y abuso de las denominaciones territoriales... llamar vuelta a España o a Andalucía a un recorrido que ignora a Almería, cuando geográficamente está en el perímetro... pues eso, que ni en Matemáticas ni en Geografía te aprueban con esto.