¡Ah, la dulce melodía de un domingo por la tarde! Esa calma chicha que precede a la tempestad... ¡mañana es lunes! Y en esta España del sanchismo, cada lunes es una caja de sorpresas, un nuevo episodio de nuestra serie tragicómica favorita, de esa que ves en plan maratón desde el sofá esperando que te entre sueño pero te mantiene en vilo. Vivimos en un sinvivir, ansiosos ante la nueva aventura nos deparará el destino con el primer canto del gallo laboral.
Mañana lunes hara una semana, sin ir más lejos, que el país se despertaba (algunos más tarde que otros, gracias al teletrabajo) con el bloqueo de los trenes AVE, principalmente en el corredor Madrid-Andalucía. ¡Qué drama! Aunque, si me permiten la ironía, en Almería respiramos aliviados. Llevamos dos décadas –que se dice pronto– esperando el AVE, así que, fíjate por dónde, el no tenerlo nos libró de este particular vía crucis. ¡Bendita paciencia la nuestra, que se ha convertido en un escudo anti-problemas ferroviarios! Sin duda ha sido una suerte.
Mientras tanto, el ministro de Transporte y Movilidad Sostenible (nótese lo "sostenible" de la situación cuando los trenes no se mueven) ya tenía el diagnóstico antes que el forense: ¡sabotaje! Unos cables robados, valorados en unos míseros 300 euros, en una zona muy concreta y de un tipo muy especial, que ni siquiera era el más valioso. Pero nuestro ministro Óscar Puente, cual Sherlock Holmes con cartera ministerial, ya había realizado toda la investigación correspondiente y resuelto el caso antes de que la Guardia Civil pudiera siquiera desenfundar la lupa o establecer unas meras hipótesis de trabajo. ¡Qué eficacia!
Pero rebobinemos una semana más, porque la emoción no da tregua. Un lunes antes tuvimos el gran apagón. La península ibérica, sumida en tinieblas cual escena de película postapocalíptica. En algunos lugares, como Almería, estuvimos prácticamente 24 horas a la luz de las velas (y de las pantallas de los móviles, hasta que se agotó la batería, claro). Y, ¡oh, sorpresa!, antes de que nadie supiera a qué se debía el desaguisado, nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya lo había asegurado: la culpa era de las malvadas operadoras privadas de electricidad. Y, de paso, ¡la energía nuclear! Poco importó que Red Eléctrica de España, esa entidad con un 20% de capital público, seis personas nombradas por el Partido Socialista en su consejo de administración y una presidenta también nombrada por el presidente del Gobierno, estuviera en el meollo. A día de hoy, por cierto, su presidenta todavía no se ha dignado a dar una rueda de prensa para explicar ante todos los medios qué es lo que ha sucedido. Pero insisto, el presidente ya sabe que la culpa es de la operadora privada, de las nucleares... Eso sí, después de adjudicar todas esas culpas, es cuando él dice que se va a investigar de quién ha sido la culpa. ¡Lógica aplastante!
Así son los lunes, un lunes de emoción en nuestro país. Ya tuvimos la DANA en Valencia con sus más de 200 muertos, tuvimos el COVID, la erupción del volcán de La Palma que nos recordó la fuerza de la naturaleza, la tormenta Filomena que nos convirtió en esquimales urbanos... En fin, pocas cosas nos quedan ya por vivir.
Así que, mañana es lunes. ¿Qué nos tocará esta vez? ¿Un tsunami en el Andarax? ¿Quizá una invasión extraterrestre que elija Bayárcal como primer punto de contacto por su baja densidad de población? En fin, se admiten todas las apuestas. Vayan preparando sus kits de supervivencia, no sea que el próximo lunes nos pille desprevenidos otra vez. ¡Qué nervios, qué ilusión!