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Miedo al electorado

miércoles 23 de marzo de 2016, 10:50h

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Necesitan su voto. Pero lo temen. Los partidos que han venido mandando (que no gobernando) desde 1982, temen a la ciudadanía, a pesar del nombre de alguno. Temen repetir elecciones, innecesarias, aunque nada grave ocurriría si se repitieran. El problema no es “ponerse de acuerdo”, tan difícil como contradictorio a las preferencias de cada cual. Los partidos, mal acostumbrados a mayorías absolutas con las que sustituir la voluntad popular, al dominar y, de hecho, anular al Parlamento, no saben resignarse a respetar la democracia. Y buscar mayorías a dos, o a tres, es parte de ese vicio ni sano ni democrático.
Esa es la cuestión. Si la Constitución se puede cambiar sin consultar a quienes la aprobaron, para seguir los dictados de la oligarquía europea, con más motivo se puede cambiar siempre que el pueblo español lo apruebe con su voto. Eso, en cuanto a ciertas “veleidades” independentistas. El temor a un referéndum, es temor infundado a una posible victoria distinta a sus intereses, y negar al ciudadano el derecho a decidir, pese a la posibilidad real de negativa popular, lo que deslegitimaría la pretensión independentista. ¿O prefieren entretener, manteniendo esa pretensión?
Para formar un Gobierno en España, no es necesario convocar nuevas elecciones. Un gobierno “estable” es el que estabiliza la situación económica, el que defiende su soberanía en vez de entregarse traidoramente a intereses exteriores. No es el que puede mantener dominada la voluntad de diputados y senadores, a base de caudillaje partidista. Eso, lejos de ser democracia, se queda en dictadura encubierta, como se viene dando en los últimos cuarenta años. La salud de la democracia exige confrontación -que no es igual a enfrentamiento, tampoco negativo, en cuanto sea leal-. Exige que los representantes de los electores sean verdaderos representantes, hablen en su nombre y defiendan sus derechos. Un Parlamento multicolor es mucho más activo que otro monolítico, porque es reflejo de las distintas sensibilidades existentes. Un Parlamento multicolor se verá obligado a discutir y elegir por mayoría las leyes y normas, sin que un solo partido pueda disponer por disciplina de voto. Es también, por tanto, mucho menos sensible al entreguismo a intereses económicos o políticos opuestos a los propios. Un Parlamento multicolor dispondrá y el gobierno ejecutará lo dispuesto, bajo justo control legislativo.
El Parlamento debe estar por encima del Gobierno, aunque en España venga siendo al revés, por culpa de las mayorías absolutas y los pactos de intereses comunes. Un nefasto patriotismo de salón se ha limitado a callar a las masas en nombre de una irreal “unidad”, mientras España es gobernada desde Berlín, en una cruel burla al electorado español, que desdice ese supuesto “patriotismo” pregonado, sin ser practicado, por ciertos políticos. En cuanto a la posibilidad de gobernar, un gobierno controlado por un parlamento compuesto por diputados de varios partidos, dónde cada ley se discuta y, si es preciso, se vote, se acerca mucho más a una verdadera democracia que el juego de mayorías alternativas, más propio de ser calificado de “dicta-dúo”.

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".