Lo primero que cabe es felicitar la celeridad con la que el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, Alfonso Dastis, ha destituido al cónsul de España en Washington, Enrique Sardà Valls, por su broma sobre el “acento andaluz”. Y es que no es una broma, es un insulto, y no por su pretensión de emular el andaluz en su escritura, sino porque su comentario nos pone a los andaluces como ignorantes e indolentes.
Vale, pero si queremos ser serios comencemos afirmando que el andaluz no es un “acento” sino un “habla”, que es muy distinto. Es decir, no es una forma de hablar el castellano, es una evolución diferente del mismo tronco del que nace lo que hablan en Castilla, y sólo el expansionismo militar y la consecuente ocupación del territorio de Al Andalus (desde el Algarve portugués, Badajoz, y hasta Murcia incluida) es lo que determina que en ese afán homegeneizador de los Reyes Católicos (los de Castilla y Aragón) encarguen a Antonio de Nebrija -a petición propia- la redacción de una gramática que fije negro sobre blanco qué está bien y qué está mal, y sobre todo, el interés del gramático de que no ocurra con el castellano lo mismo que con el latín.
Y se da la circunstancia de que podríamos decir sin temor a equivocarnos que la norma castellana es, en gran medida la norma andaluza. Para ello basta recordar que Nebrija es sevillano, andaluz por tanto, y que fue duramente criticado por los gramáticos de su época, en especial por el salmantino Juan Valdés, que le atribuía un gran conocimiento de la lengua latina, al tiempo que le consideraba incapaz de trabajar el “castellano” por ser andaluz, y que la gramática que había escrito era más útil para un andaluz que para un castellano. O sea, que un andaluz hablaba una cosa distinta al castellano y sí precisaba ese “instrumento” para expresarse una lengua ajena.
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que la norma castellana es, en gran medida la norma andaluza
La polémica no es nueva, como tampoco la permanente ofensa. La ofensa de los ignorantes, como la del cónsul, incapaz de comprender que todos los idiomas tienen una forma escrita y una forma oral, y de que los andaluces escribimos conforme a la gramática castellana que fue impuesta, pero hablamos en andaluz. El habla tiene que ver con nuestra propia predisposición genética y por eso los no nacidos en Andalucía (quienes no vienen de generaciones enraizadas en estas tierras) no tienen capacidad para hablarlo, sólo para imitarlo (como ocurre con otros idiomas); y también está relacionado con la evolución de las sociedades por lo que no puede delimitarse en fronteras administrativas como algunos creen, y es algo más vivo, más difícil encorsetar, de tal forma que los matices siempre están presentes.
La norma andaluza es la más extendida en el mundo, porque es la de todo el territorio andaluz actual, casi toda Extremadura, más de media Murcia, las ciudades autónomas españolas en África, el archipiélago canario, la América hispanohablante... Todos, desde el punto de vista lingüístico, se expresan en andaluz según cualquier filólogo medianamente avezado.
El habla tiene que ver con nuestra propia predisposición genética y por eso los no nacidos en Andalucía no tienen capacidad para hablarlo, sólo para imitarlo
No hace falta recurrir a escribir como se habla, porque eso no pasa en ningún idioma. Lea en voz alta la palabra “cacique”, y observará que pronuncia la primera “c” y la segunda de modo distinto, y que la primera y la “q” las dice igual siendo diferentes, y ahora diga “gitano” y “jirafa”... “g” y “j”... pero cuando un andaluz aspira una hache, o una "s" la hace "c" o una "z" la pasa a "s" es incorrecto, cuando en realidad se trata de una evolución diferente a la que tuvo el mismo sonido en el castellano.
El problema radica en que la Constitución dice que el idioma de España es el "castellano", y en los libros de texto escolares sigue apareciendo la expresión “Lengua castellana”, y en ellos, todo lo que corresponde al habla andaluza se califica de “defectos”, y los andaluces crecemos acomplejados, sintiéndonos inferiores, y eso acaba transmitiéndose a todos los órdenes de la vida... y así, García Lorca es un poeta español, no un poeta andaluz, y Rafael Alberti también es español, no andaluz, y Góngora también era español, como Bécquer, o Juan Ramón Jiménez, o los Machado... Pero eso sí, Los Morancos... Esos sí que son andaluces!!! A Canal Sur con ellos!!! Perdón, quise poner a Caná Zú.