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Neolengua veraniega
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(Foto: DALL·E ai art)

Neolengua veraniega

Por Rafael M. Martos
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domingo 15 de junio de 2025, 06:00h

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Ya no te sientas bajo la sombra de un árbol. No, ahora te refugias en un espacio de confort térmico ambientalmente resiliente. Si lo tuyo era abrir el parasol de la terraza del bar en agosto en la Plaza Marqués de Heredia, enhorabuena: estabas generando un refugio climático. ¿Que te sentabas en el banco de la plaza de las Velas, o bajo el ficus del Paseo? Estabas disfrutando de una infraestructura verde de mitigación térmica comunitaria. Lo que viene siendo una sombra, de toda la vida, pero en versión power point con fondos europeos Next Generation.

Nos hemos metido de lleno en la era del disfraz léxico. El calor ya no aprieta: ahora sufrimos episodios de estrés térmico derivado del cambio climático. Beber agua del cañillo de Puerta Purchena no es hidratarse, es mantener una adecuada homeostasis líquida. Y poner una sombrilla en la playa del Zapillo no es lo que hacían nuestros padres, no. Eso hoy es instalar un sistema portátil de protección solar consciente. Si lleva rayas arcoiris, igual hasta optas a una subvención.

Y es que vivimos en un mundo donde el lenguaje ha entrado en una fase de engorde artificial. Todo se infla. Todo se reviste de épica o de trascendencia eco-cósmica. Te tiras en el cesped del Toyo y eso ahora es participar en un uso no intensivo de espacio urbano multifuncional. Te haces un bocata de atún y estás comprometido con una alimentación de cercanía con proteína azul sostenible. Y no te digo nada si es una tostada de tomate y aceite, porque ya nos faltan palabras. Vamos, que si lo pones bonito, suena hasta a ideología.

Nos dicen que se están creando microoasis urbanos de resiliencia climática —es decir, un banco y un árbol, como el que había en cualquier barrio de toda la vida—, y aplaudimos como si hubieran inventado el aire. Que lo que antes era normal ahora sea una novedad revolucionaria nos debería dar qué pensar. ¿Quizás no es que seamos más sostenibles, sino que hemos olvidado lo básico y necesitamos reenvasarlo con etiquetas verdes?

Y cuidado, que esto no se limita al clima. Vas al médico y ya no te dice que estás cansado: ahora tienes síndrome de fatiga adaptativa urbana. Si te duele la espalda de estar ocho horas en la silla, es una crisis osteoergonómica funcional. Y si no puedes pagar el alquiler, tranquilo: sufres una tensión habitacional derivada del mercado especulativo en entornos de transición socioeconómica. Si no pudes pagar la luz porque la calefación o el aire acondicionado han reventado tu presupuesto, tienes pobreza energética (en realidad eso debería significar que tienes poca energía, no que te falta dinero para pagar la energía). Que no arregla nada, pero oye, suena a que alguien ha estudiado mucho.

Así, entre “resiliencias”, “perspectivas integradas” y “zonas termorreguladas”, corremos el riesgo de que nos cuelen cualquier idea vieja como si fuera un invento sueco del Ikea. Que sí, que la sostenibilidad es importante, y que hay que cuidar el planeta. Pero igual conviene no perder el norte entre tanto titular que parece sacado de una tesis de diseño escandinavo en la Complutense. A veces, solo a veces, basta con decir: hace calor, me pongo a la sombra.

Cualquier abuelete de pueblo, de esos que se sientan en la plaza de la iglesia o del ayuntamiento, te lo dice muy claro: hay que mirar qué hacen los perros, e imigarlos, porque en invierno localizan el lugar más cálido, y en invierno el más fresco, y cuando ven agua, beben. Lo demás, con perdón, es literatura institucional con wifi.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"