Siempre he sentido que la vida tiene una forma peculiar de jugar con nosotros. Crecemos en un rincón del mundo donde el sol brilla casi todo el año y las playas de nuestra costa son un refugio para muchos. Sin embargo, mientras yo disfruto de mis días en la playa de San Miguel o me pierdo entre los sabores del mercado de Abastos, hay personas a miles de kilómetros que se enfrentan a una realidad desgarradora. Y lo peor es que, según un nuevo estudio de la OMS, esos habitantes de países con pocos recursos podrían vivir hasta 33 años menos que nosotros. ¡Treinta y tres años! Es como si nos estuvieran robando la oportunidad de vivir plenamente.
Recuerdo una conversación con mi abuela, quien siempre decía que “la salud es lo primero”. Ella vivió en tiempos difíciles y sabe bien lo que es luchar por cada día. Pero, ¿qué pasa cuando ni siquiera tienes acceso a lo básico? El informe señala que factores como la falta de vivienda, educación y oportunidades laborales pueden influir más en nuestra salud que incluso nuestros genes o el acceso a atención sanitaria. Eso me hace pensar en cómo aquí en Almería tenemos nuestras propias luchas: jóvenes sin trabajo, familias desahuciadas... Y aunque no estamos en el extremo de la pobreza extrema, sí vivimos situaciones que nos recuerdan que la desigualdad está más cerca de lo que creemos.
El cambio climático también juega su papel en este drama humano. Se estima que entre 68 y 135 millones de personas podrían caer en la pobreza extrema en los próximos cinco años debido a sus efectos. En nuestra tierra, ya hemos visto cómo las sequías afectan a nuestros agricultores; el tomate almeriense no crece solo por arte de magia, necesita agua y cuidado. Imagínate ahora esa misma lucha multiplicada por mil en lugares donde ni siquiera tienen acceso a recursos básicos para sobrevivir.
A veces me pregunto qué podemos hacer desde aquí. ¿Es suficiente con compartir publicaciones en redes sociales o asistir a algún evento benéfico? Como periodista, siento una responsabilidad enorme: tengo voz y puedo contar historias. Puedo hablar sobre esas realidades lejanas pero tan cercanas al mismo tiempo. Puedo recordarles a mis amigos que cada vez que compramos un producto local estamos apoyando a nuestra comunidad y también podemos extender esa mano hacia otros.
En Almería sabemos lo que es trabajar duro para salir adelante; nuestros agricultores son un ejemplo vivo de resistencia ante adversidades climáticas. Así que quizás deberíamos mirar hacia afuera y preguntarnos cómo podemos ayudar a aquellos cuya lucha es aún mayor.
La vida no es justa, eso está claro, pero quizás podamos ser parte del cambio. No se trata solo de estadísticas frías; detrás de cada número hay una historia humana esperando ser contada. Así que la próxima vez que estés disfrutando del sol almeriense o saboreando un buen plato típico, recuerda: hay quienes no tienen esa suerte y depende de nosotros hacer ruido para cambiarlo.
Y tú, ¿te unes al grito por justicia social?
Agenda
