Siempre he pensado que la vida es como una buena paella: hay que dejarla reposar, pero también hay que saber cuándo servirla. Y, en este sentido, tengo una teoría que me ronda la cabeza desde hace un tiempo: los 70 son los nuevos 50. Sí, lo sé, suena a frase de esas que se dicen en las sobremesas de verano en la playa de San José, mientras el sol se oculta tras el mar y las risas de mis amigos resuenan como música de fondo. Pero, ¿acaso no es cierto?
Recuerdo cuando mi abuela María cumplió 70 años. La mujer era un torbellino: viajando por toda España, apuntándose a clases de baile flamenco y hasta haciendo senderismo por la Sierra de Alhamilla. A mí me parecía increíble; yo a sus 25 años ya estaba agotada solo con pensar en todo lo que ella hacía. “La jubilación es para disfrutar”, decía con una sonrisa pícara mientras preparaba su famoso gazpacho almeriense. Y así fue como empecé a darme cuenta de que esa línea de meta que todos anhelamos se estaba volviendo un espejismo.
Hoy en día, parece que llegar a los 70 es más bien como alcanzar el ecuador de la vida. Mis amigos y yo hemos empezado a ver cómo nuestros padres están redefiniendo lo que significa "envejecer". Mi amigo Javier, por ejemplo, tiene una madre que se ha convertido en influencer fitness a sus 68 años. ¡Y no se queda atrás! Sus vídeos entrenando en el parque Nicolás Salmerón son todo un fenómeno viral entre los jóvenes almerienses.
Pero volvamos al tema: ¿por qué estamos tan obsesionados con esa idea de jubilarse? La realidad es que muchos ven la jubilación como el gran premio tras años de trabajo duro. Sin embargo, esa línea de meta parece alejarse cada vez más. Con las pensiones tambaleándose y la incertidumbre laboral acechando como un gato callejero en pleno centro histórico, muchos nos preguntamos si realmente podremos disfrutar esos momentos dorados.
En mi familia siempre hemos tenido esa filosofía del “carpe diem”. Mi tío Antonio dice que hay que vivir cada día como si fuera el último, especialmente ahora que está cerca de cumplir los 60 y ya ha comenzado a planear su viaje soñado a Machu Picchu. Su entusiasmo es contagioso; me hace pensar en cuántos planes he dejado en el tintero por miedo o por esperar ese momento perfecto que nunca llega.
Así que aquí estoy, reflexionando sobre cómo los 70 pueden ser realmente los nuevos 50. Tal vez deberíamos replantearnos nuestras prioridades y aprender a disfrutar más del presente. Quizás sea hora de dejar atrás esa mentalidad del “trabajo primero” y empezar a hacer espacio para nosotros mismos, sin esperar a jubilarse para hacerlo.
En Almería tenemos mucho por descubrir: desde las calas escondidas de Cabo de Gata hasta las tapas interminables en cualquier bar del centro. La vida no espera; así que ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros? Si algo he aprendido es que cada día cuenta y que no necesito llegar a los 70 para vivir intensamente.
Así que aquí va mi consejo: dejemos atrás esa carrera hacia la jubilación y empecemos hoy mismo a vivir como si tuviéramos toda la vida por delante… porque al final del día, quizás los mejores años estén justo ahí, esperando ser vividos con pasión y alegría. ¡Aprovechemos cada instante!