Tres noticias entrelazadas han coincidido esta semana. Por un lado, se celebró en El Ejido la I Cátedra de Gestión de Residuos Agrícolas que evidenció que a la cacareada economía circular le faltan unos cuantos grados para cerrar el círculo. Muchas leyes y normativas, pero la eficacia del sistema queda en entredicho porque los que presumen de sus bondades y miden el éxito en beneficios económicos particulares, le ofrecen al ciudadano, al agricultor, recompensas éticas.
Culpar de los fallos del sistema al último eslabón, el más débil, es desviar la atención para no incidir en la responsabilidad de los fabricantes y de los especuladores sistemas de gestión, una bonita fachada para la imagen y la macroeconomía del sector. La realidad, aunque se haya mejorado muchísimo en estos 70 años de producción intensiva bajo plástico, es que los residuos invaden nuestros espacios naturales y forman parte del paisaje.
El mismo día se inauguraba la Rambla de San Antonio en Aguadulce, tras desnaturalizarla y multiplicar los riesgos para la población ante una futura avenida, enlosando el suelo, quitando árboles y vegetación autóctona y colocando obstáculos que algún día, confiemos que nunca ocurra, impedirán que el agua corra libre hacia el mar y genere el caos y las desgracias. A tomar por saco las recomendaciones, manuales, protocolos y normativas europeas para renaturalizar las ramblas, crear refugios climáticos para la población y tener en cuenta las hipótesis científicas que avisan, por culpa del Cambio Climático, de más lluvias torrenciales que hasta ahora.
Dos noticias que generan desazón, porque aun sabiendo qué es lo que hay que hacer, no lo hacemos, bien por incapacidad, sometimiento al capital o la necesidad de lucir palmito para atraer turistas, inversores y no perder votos.
La tercera noticia, la que pasa desapercibida, la que no abre los periódicos, por insignificante, vulgar y por poner el foco en las vergüenzas, debilidades y en los puntos críticos, es la jornada de concienciación y limpieza (ni punto de comparación con una rimbombante cátedra de expertos) que organizó la Asociación Plataforma Ejido Sostenible bajo el lema ¿Qué pasa con nuestras ramblas?
Durante la misma, una decena de voluntarios, tras realizar un pequeño paseo por la Rambla del Loco a su paso por Tarambana, el tramo más limpio de la misma, discutiendo, debatiendo y empapándose de realidad, hicieron una limpieza de apenas 1,5 km, dos horas de duración, donde se recogieron la friolera de unos 500 kg de residuos, el 90% provenientes de la agricultura intensiva, arrastrados, enterrados y entrelazados en la vegetación por la fuerza del agua, vete a saber durante cuánto tiempo y desde dónde.
Una jornada pensada para intentar buscar soluciones al problema de los residuos agrícolas, a destacar la importancia de los ecosistemas de las ramblas como garantes de la biodiversidad y la seguridad ciudadana, como corredores verdes y refugios para la fauna auxiliar que ayuden a controlar las plagas y, por qué no, como espacios de ocio, educativos y deportivos que conserven la naturaleza, nuestra cultura y tradiciones.
Lo más gratificante de esa jornada fue la colaboración espontánea, improvisada, de Paco Cervilla, un vecino de Tarambana que durante casi veinte años presidió la Asociación de vecinos “La Fabriquilla”, que, al ver a los voluntarios trabajando, ofreció su camión para facilitarles la tarea de trasladar los residuos hasta el punto donde el Ayuntamiento de El Ejido se había comprometido a retirarlos.
Pero no se quedó todo en el gesto de Paco, sino que mientras se acumulaban los residuos, se corrió la voz y aparecieron rápidamente dos vecinos para ver por qué se depositaba toda esa basura allí, cuando ellos llevan meses intentando concienciar a los vecinos para que cumplan con las normativas y lo mantengan todo limpio. Un pequeño conflicto que se solucionó rápidamente con un par de llamadas, pero que me demostró que todavía existen vecinos comprometidos con su pueblo, su barrio, su historia, sus tradiciones y su futuro.
Eso es lo que necesitamos, gente que no mire para otro lado, que no ponga excusas baratas, estructurales, partidistas y aporte soluciones, que piense en el bien común, porque, como decía Paco, “cuidando lo de todos, lo mío también sale ganando”.
Por desgracia, esta gente tiene poca visibilidad, reconocimiento, y los focos se ponen en otras noticias, donde mandan los balances económicos y el bien común es una quimera. Hasta que un día sucede lo inesperado: el dinero pierde su valor, los trajeados se entretienen en culpar a los demás para mantener su sillón, y la ciudadanía se queda sola y demostrando la única verdad, que el pueblo salva al pueblo, y a la agricultura, los agricultores.