Hay realidades que no hacen ruido, pero duelen profundamente. Una de ellas es la soledad no deseada que viven muchas personas con síndrome de Down y discapacidad intelectual. Una soledad que no nace de una elección personal, sino de una sociedad que aún coloca barreras donde debería tender puentes.
Durante años he escuchado frases bienintencionadas como “ellos siempre están acompañados”, “siempre hay alguien pendiente”, “no están solos”. Y, sin embargo, la verdad es otra: demasiadas veces su vida social depende de la agenda y disponibilidad de quienes les rodean. No de sus propios deseos. No de sus propias decisiones. No de su legítimo derecho a construir relaciones reales, estables y significativas.
La compañía no se improvisa. La inclusión tampoco.
En Asalsido lo vemos cada día: cuando alguien encuentra un amigo, un grupo donde encajar, un lugar donde sentirse parte, su vida cambia. Cambia su autoestima, cambia su autonomía, cambia su manera de estar en el mundo. Porque compartir ocio, tener amistades y disfrutar del tiempo libre no es un añadido: es calidad de vida.
Sin embargo, todavía existen obstáculos silenciosos que limitan este acceso a la vida social. La falta de oportunidades en el ocio comunitario, la escasez de espacios accesibles y la poca cultura de interacción natural con la diversidad siguen marcando distancias. Distancias que, si no se combaten, se convierten en soledades estructurales.
Desde Down Almería trabajamos para romper este círculo. Creamos redes de apoyo afectivo y social a través de actividades deportivas, talleres culturales, quedadas y propuestas de ocio que desarrollamos tanto en la asociación como en espacios públicos y privados de la provincia. Lo hacemos porque creemos en los vínculos, porque sabemos que la inclusión no se mide en leyes, sino en relaciones. Y porque cada encuentro es una oportunidad para que nazca algo tan sencillo —y tan poderoso— como una amistad.
Pero no podemos hacerlo solos.
Hoy, en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, lanzo un llamamiento claro: la soledad no se combate acompañando, sino creando oportunidades para que la compañía surja de forma natural y duradera. Necesitamos a la ciudadanía, a las instituciones, a las empresas. Necesitamos voluntariado, necesitamos espacios abiertos, necesitamos una provincia consciente de que la diversidad no resta: suma.
La soledad no deseada es una barrera tan limitante como la falta de accesibilidad física. Nos corresponde como sociedad derribarla con la misma determinación.
Por eso formamos parte de la Red Soledades, junto a más de 50 organizaciones de toda España. Porque la unión multiplica el impacto. Porque este fenómeno no afecta solo a quienes acompañamos, sino al conjunto de la sociedad. Y porque creemos firmemente que una comunidad que no deja a nadie atrás es una comunidad más fuerte, más justa y más humana.
Hoy no hablo solo como presidenta de Asalsido. Hablo como mujer, como madre, como ciudadana y como defensora de una verdad sencilla: todas las personas necesitamos a los demás. Todas.
Construyamos una sociedad donde nadie tenga que vivir una soledad no elegida.