La provincia de Almería conmemora hoy, 4 de diciembre, el Día de la Bandera de Andalucía, una efeméride institucionalizada por el presidente Juanma Moreno a propuesta del andalucista Alejandro Rojas Marcos. Más allá del acto oficial, la fecha invita a una profunda revisión de la memoria política almeriense, a menudo malinterpretada como ajena al proceso autonómico. Los hechos, sin embargo, desmienten el tópico: hace 47 años, las calles de la capital vivieron la que fue, hasta ese momento, la mayor movilización democrática de su historia reciente, con una asistencia estimada de 8.000 personas que desafiaron la incertidumbre para exigir libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía, dos años después de la muerte del dictador, y cuando aún no había Constitución.
El 4 de diciembre de 1977 amaneció en Almería con un ambiente de expectación y conla verdiblanca colgada en la fachada del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial, a pesar de no ser aún una enseña oficial puest no había Estatuto. A diferencia de otras capitales donde la tensión fue mayor, en Almería primó un sentido de responsabilidad y unidad transversal insólito para la época. La cabecera de la manifestación fue un fiel reflejo del consenso político que se había tejido en el Pacto de Antequera. Bajo una misma pancarta, y aparcando sus diferencias ideológicas por un objetivo común, marcharon juntos representantes de todo el arco parlamentario: desde la UCD, el partido del Gobierno central, hasta las fuerzas de izquierda recién legalizadas.
Entre los protagonistas que aquel día sujetaron la pancarta y lideraron el llamamiento a la ciudadanía destacaron figuras clave de la política almeriense de la Transición. Allí estaban el senador socialista Juan de Oña Iribarne y el también senador y abogado Joaquín Navarro Estevan, voces autorizadas de la oposición democrática. Junto a ellos, José Manuel Gómez Angulo, diputado de la UCD, cuya presencia simbolizaba que la demanda de autonomía no era patrimonio exclusivo de la izquierda, sino una necesidad de estado aceptada por el centro-derecha reformista, cuyas siglas aparecían en le cartel unitario de la convocatoria.
La hemeroteca de aquella jornada también resalta la presencia de Virtudes Castro, histórica dirigente socialista de Adra, quien marchó en primera línea, siendo una de las pocas mujeres con visibilidad política en una cabecera mayoritariamente masculina. Junto a ella, un joven Fernando Martínez López, futuro alcalde de la ciudad y entonces ya comprometido con la recuperación de la memoria histórica, y otros dirigentes como Fernando Navarrete, Laudelino Gil, Francisco Santos, Galdeano, Soler Turmo y José Bernal. Todos ellos escenificaron una unión sin fisuras que sirvió para legitimar la reivindicación andalucista en una provincia que sufría graves carencias en infraestructuras y desarrollo.
La marcha recorrió el Paseo de Almería entre cánticos de "Andalucía, libre" y banderas verdiblancas, en un ambiente festivo y reivindicativo. No hubo incidentes, pero sí una firmeza que sorprendió a propios y extraños, demostrando que la sociedad almeriense no era impermeable al sentimiento de identidad propia y común que recorría el sur del Estado español. Aunque las cifras de asistencia fueron lógicamente menores que en Sevilla o Málaga por cuestiones demográficas, la proporción de asistentes respecto a la población de la época fue muy significativa, rompiendo con la narrativa de una Almería descolgada del proceso.
La recuperación de este 4 de diciembre como Día de la Bandera sirve, por tanto, para hacer justicia a aquellos almerienses que, con su presencia en la calle y su firma en los manifiestos, contribuyeron a cimentar el autogobierno. La decisión del Gobierno andaluz de otorgar rango oficial a esta fecha permite a las nuevas generaciones redescubrir que la bandera blanca y verde también se tejió con el compromiso de Almería, y que líderes locales de muy distinto signo supieron anteponer, en aquel invierno de 1977, los intereses de su tierra a las siglas de sus partidos.
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