Festival de ocurrencias electorales

Puede que la relativa novedad que en España ha supuesto un sistema formalmente democrático (piensen que apenas llevamos cuatro décadas de funcionamiento ininterrumpido de los organismos y modos propios de esta forma de organización) nos haya hecho creer que un elemento necesario en toda campaña política democrática es la aportación de una novedad, como si los programas electorales fueran la carta de temporada de un restaurante con pretensiones. Y arrastrados por esa pulsión de generar y presentar variaciones que resulten más atractivas para el cliente, los partidos se concentran en la elaboración de ocurrencias y majaderías impracticables que, además de convertir sus programas electorales en una especie de folleto de ofertas de hipermercado, no dejan de provocar el sonrojo de los ciudadanos sensatos y razonables, que son la inmensa mayoría.
Sin ir más lejos, en Almería hemos conocido ya algunas iniciativas electorales que lejos de despertar apoyos no despiertan sino la hilaridad de quien las escucha. Qué otra cosa puede provocar leer que el candidato del Partido Andalucista por Almería (sí, hay uno) haya solicitado formalmente a las aerolíneas que pongan flamenco en el hilo musical de los vuelos con destino a Andalucía, o que el candidato socialista haya anunciado la creación de un insólito y pueril Consejo de Niños para que el Ayuntamiento debata de igual a igual asuntos de relevancia pública.
Ya ven que en muchas ocasiones el remedio de la novedad es peor que la enfermedad de la costumbre. Como ejemplo más vivo de esto que digo, traigo finalmente a colación la propuesta oficial de esa amalgama de posibilistas que se hacen llamar un día Ganemos y otro Podemos, o vaya usted a saber qué, consistente en tener ¡alcalde y alcaldesa! en un mismo mandato, merced a un paritario reparto y reparta del cargo y la carga.
Dicen que los políticos son reflejo de la sociedad que los crea, pero sinceramente no creo que estemos tan mal como para esto.