El valor del fracaso
domingo 19 de abril de 2015, 15:14h
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“I'm running for president...”, de esta manera Hilary Clinton anunciaba en vídeo y en las redes sociales su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos para las elecciones del próximo año. “Soy candidata a la presidencia, cada día los estadounidenses necesitan un líder, y yo quiero ser esa líder”, ha reivindicado.
Me sorprende, y me alegra a la vez, que una mujer tan castigada en lo político, en lo personal y en lo social, sea hoy una firme candidata a la, nada más y nada menos, Casa Blanca. Ya su paso como primera dama no fue nada fácil. El mundialmente conocido ‘caso Lewinski’ le supuso el capítulo más bochornoso de su vida familiar, pero haciendo de ‘tripas corazón’ Hilary logró salir reforzada de esa crisis manteniéndose al lado de su marido.
Luego vendría su primera candidatura a la presidencia de su país en el año 2008, cuando un joven senador afroamericano la apartó del camino con una aplastante derrota, y su posterior enfermedad vírica cerebral, que le obligó a dejar la Secretaría de Estado del gobierno de Obama, algo que no le ha impedido postularse ahora de nuevo como candidata para 2016.
Y es que los americanos saben mejor que nadie que el fracaso es el mejor amigo del éxito, que es imposible aprender a montar en bicicleta si no hay caídas de por medio. Una filosofía de vida que poco tiene que ver con la nuestra, donde se glorifica el éxito y se condena el fracaso desde el propio sistema educativo a temprana edad.
Lo dicen sociólogos y economistas: la gran diferencia entre España y otros países a la hora de emprender es el miedo al fracaso. Quien fracasa, viaja con ese ‘lastre’ el resto de su vida, tanto en lo económico, como en lo personal. Los tropiezos no se consideran pasos hacia la llamada “madurez empresarial”. Cuando el español se cae, mira a ver si alguien le ha visto... ¿O no?
Hilary ha vencido al fantasma del escándalo, ha roto numerosos techos de cristal, ha hecho bandera de la defensa de los derechos de la mujer y ahora se propone influir en el mundo. No sé si llegará a proclamarse presidenta, pero quién mejor para ello que una persona que ha encarado los sinsabores de la vida (como son el fracaso, la traición y la enfermedad), que ha recorrido caminos que no llevaban a ninguna parte y que regresa a la vida pública afrontando el futuro con nuevas energías y más sabiduría, una cualidad que deberíamos aprender a valorar un poquito más.
Concejala de Políticas de Igualdad en el Ayuntamiento de Almería
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