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Operación Puerto-Ciudad o ‘Puerto ciudadano’

Por Sebastián Camps
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camps56yahooes/7/7/13
viernes 02 de octubre de 2015, 12:42h

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Las relaciones de los puertos con sus ciudades mantuvieron una unidad de convivencia y gestión hasta el siglo XVIII. Es a partir del XIX, con la llamada revolución industrial, cuando los puertos y sus ciudades empiezan a distanciarse, a separarse; la intermodalidad marítimo-terrestre, los nuevos tráficos y la moderna logística plantean demandas espaciales y nuevos accesos; afloran, además, problemas de seguridad y medioambientales hasta ahora desconocidos. Estas divergencias entre lo urbano y lo portuario derivan en una auténtica segregación, una metamorfosis que hace que los puertos no mantengan su tradicional relación “humana” con la población que los rodea; la ciudad y el puerto empiezan a funcionar de manera autónoma; las infraestructuras portuarias crecen al margen del urbanismo de las ciudades produciendo asimetrías espaciales. Todo ello se visualiza con la implantación de cerramientos obligados por los nuevos parámetros fiscales y para garantizar la seguridad de los ciudadanos ante las nuevas grúas, ferrocarriles portuarios y otros elementos de la nueva operativa. Los muelles dejan de ser calles frecuentadas por ciudadanos y la operativa portuaria se va aislando de la ciudad. Durante el siglo XX, la situación continúa en la misma tendencia y, en los últimos años, las necesidades de zonas logísticas, calados más profundos y nuevos accesos se han hecho cada vez más ineludibles para los puertos.

Este es el escenario donde el puerto de Almería y su ciudad afrontan estos desafíos. Al mismo tiempo, deberán dar respuesta a la vieja aspiración ciudadana de acercar la ciudad al mar, de integración de ambos lados de la valla, de abrir el puerto a la ciudad, en definitiva atender la demanda de espacios y de usos que contemplen soluciones urbanísticas para un nuevo borde litoral o water front.

Para afrontar esta tremenda tarea es absolutamente irrenunciable el desarrollo integral de una armónica relación puerto-ciudad. Y no se trata de aplicar modos cordiales de entendimiento entre las Administraciones, ni basta con la creación de foros de debate, ni sería suficiente la tan repetida llamada a la “participación público-privada” o a la “implicación de la sociedad civil almeriense”... Se trata de desarrollar una estrategia de comunicación integral en la que:
1. Se analice quiénes son los auténticos implicados en las tareas a acometer.
2. Se determine para todas y cada una de las partes su papel en el proceso y su responsabilidad.
3. Se articule la metodología a seguir.
4. Se definan los objetivos a alcanzar y los plazos probables de ejecución.

En realidad, los deberes son sencillos: Solucionar viejos desencuentros junto a algunos nuevos aspectos del borde litoral de la ciudad con su puerto y no sólo desde el ámbito físico del urbanismo, sino que deberá contemplar las mejores condiciones para un desarrollo socio-económico de usos comerciales, de restauración, de ocio y de todo aquello que articule una oferta lúdica y cultural para los almerienses, en primerísima instancia y en segundo lugar y con el adecuado tratamiento, a la potencial demanda turística para la que podría contemplarse incluso el uso hotelero.
Porque no valdría con proponer una suerte de “parque temático” para turistas y residentes cuya supervivencia en el tiempo es siempre incierta; el objetivo primordial debe ser crear ciudad, humanizar esos nuevos lugares con ambición de perpetuidad y que esos espacios y usos ciudadanos alcancen el deseable éxito. El problema fundamental no suele provenir del diseño de esos nacientes espacios, sino por la utilización sostenible de los mismos y su rentabilidad ciudadana, social y económica.

Aprovechar la cercanía entre muelles y calles brinda soluciones siempre fotogénicas y vistosas; sin embargo, entender para qué y para quiénes queremos aprovecharlas es más complicado pero esencial; los sectores del comercio, la restauración, el turismo, todos deberían participar en la búsqueda de las mejores soluciones. No sólo se trata de adecuadas ideas y hábiles juegos arquitectónicos de edificios y espacios libres. Debe ser algo mucho más sólido: Ni más, ni menos que unas relaciones integrales y consistentes del puerto y su ciudad.

Intentar salvar las siempre complicadas relaciones entre dos realidades tan distintas, con operaciones urbanísticas en su borde colindante, puede representar la habilitación de un colchón que amortigüe las tensiones y calme determinadas situaciones pero, en ningún caso, estaríamos asistiendo a la integración del puerto con la ciudad o viceversa. Porque, además, quizás se ha manoseado demasiado la palabra “integración” y haya que plantearse sustituirla por otras o, al menos, intentar aplicar conceptos de coexistencia, respeto y comunicación entre y para todos. Pretender integrar dos entes tan heterogéneos y dispares entre sí resulta un ejercicio, si no imposible, sí muy complejo, muy difícil y que puede llegar a ser frustrante y, en consecuencia, alejarnos de posibles buenas soluciones comunes. El encuentro espacial de las dos realidades, la línea que delimita uno y otro territorio, sólo es el escenario físico de esa relación. Urbanizar este escenario y dotarlo de contenidos es lo habitual en todas las llamadas operaciones puerto-ciudad que vienen realizándose desde hace décadas. Pero no hay más que repasarlas para observar que no todas han resultado exitosas. Con este tipo de actuaciones podemos cumplir la vieja aspiración ciudadana de acercarse al mar. Pero, ¿es ello suficiente o estamos maquillando la situación?

La experiencia en este tipo de situaciones nos ha enseñado que la primera y fundamental premisa consiste en que ambas partes se conozcan profundamente, siendo un requisito ineludible que el puerto exponga claramente su planificación de necesidades territoriales y de comunicación terrestre en el corto, medio y largo plazo. La ciudad debe comprender que el suelo portuario suele ser un bien muy escaso, de una casi imposible reposición y de difícil ampliación por las cada vez más restrictivas medidas medioambientales.

El consenso no sólo es indispensable entre las administraciones (Autoridad portuaria y Ayuntamiento), sino que debe ser mucho más amplio y abarcar al puerto en toda su complejidad y, por otra parte, a todos los intereses ciudadanos que debieran implicarse. No habría que buscar, únicamente, la aprobación de planeamientos de edificabilidades y usos, representados por Planes Especiales que, al fin y al cabo, son sólo documentos urbanísticos; se trata de diseñar unos nuevos espacios urbanos que aporten beneficios sociales y económicos, y también ilusiones y orgullo de proyectos bien pensados, bien realizados y con capacidad de satisfacer a residentes y visitantes, en definitiva: Un nuevo ‘puerto ciudadano’ pensado para las personas.

Almería parece que empieza a ver algo de luz al final de ese larguísimo túnel que vienen constituyendo las negociaciones de la operación puerto-ciudad. Unos esfuerzos más y podremos ver las primeras concreciones. Las improvisaciones suelen resultar caras y, en muchas ocasiones, frustrantes; la buena voluntad de las partes es importante pero no basta. Por ello es absolutamente imprescindible diseñar un plan de acción y una estrategia que, con criterios rigurosos, no haga perder ni un solo instante en la persecución y logro de las mejores soluciones para Almería.

El tiempo de espera dependerá de que todos se comuniquen adecuada y lealmente entre sí y se respeten. ‘Nunca es tarde si la dicha es buena’ y ‘hablando se entiende la gente’, dicen dos viejos y acertadísimos refranes.

Sebastián Camps

Durante catorce años (1999-2013) ha desempeñado el cargo de Gerente del Plan Especial del Puerto de Málaga, gestionando el desarrollo del nuevo Waterfront de Málaga (Operación Puerto-Ciudad). También de 2004 a 2013 ha sido director de Málagaport (empresa asociada de la Autoridad Portuaria de Málaga), encargándose de la promoción y el desarrollo comercial del Puerto de Málaga y muy especialmente el de tráfico de cruceros. Miembro del Comité de Marketing de MEDCRUISE (Asociación internacional de puertos y destinos de cruceros); miembro del Comité Científico de la asociación internacional de puertos y ciudades RETE. Conferenciante habitual en temas relacionados con el Turismo de Cruceros y las Relaciones Puerto-Ciudad y sobre los que también ha publicado diversos trabajos. En la actualidad es consultor independiente