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Teoría de la corrupción

Por Rafael M. Martos
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jueves 18 de febrero de 2016, 11:08h

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Mirando a Andalucía, se ha venido diciendo insistentemente que los votantes no castigan la corrupción. Bueno, se lo que se decía es que los andaluces somos tan vagos y maleantes, que no castigábamos al corrupto PSOE… hasta que claro, llegaron los afanosos catalanes y demostraron que los patriotas también roban a manos llenas y ganan… y llegan los listos madrileños y también ahí se descubren victorias reiteradas sobre la inmundicia…

Pero no, lo cierto es que los votantes castigamos la corrupción, y la prueba es que el PSOE andaluz está en su mínimo histórico, con una Susana Díaz que tiene menos sufragios que José Antonio Griñán, que a su vez quedó por debajo de la cifra más baja de Manuel Chaves.

Pero no sólo los andaluces castigamos la corrupción, también lo hacen los valencianos, los madrileños, los catalanes… bueno, estos un poco menos porque parece que anteponen la patria a la honradez, que es tanto como anteponer el sexo a las enfermedades venéreas, y luego pasa lo que pasa y ya es tarde.

El problema es que el PSOE no está en condiciones de dar lecciones de lucha contra la corrupción mientras una sucesión de escándalos como la que tiene en Andalucía, pero es que el PP tampoco mientras cada mañana salte algo nuevo en Madrid o Valencia. Desde luego tampoco las puede dar Podemos, que sin haber llegado a tener poder ya le precedía el olor, y solo pretenderlo –en la negociación con Pedro Sánchez- deja en evidencia que oculta, y Ciudadanos tampoco es que mirando para otro lado pueda escapar de la crítica... pero todo eso se resumen en dos elementos esenciales comunes.

La corrupción se ha cebado en aquellos territorios en los que un mismo partido ha tenido durante mucho tiempo todo el poder, como si el aforismo de “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente” fuera cierto, pero como si la respuesta al mismo, aquello de “os salvaré de la corrupción a vosotros… corrompiéndome yo”, también lo fuera.

Del mismo modo, parecer haber dos tipos de comportamientos corruptos, según sea de derechas o de izquierdas quien la practica. Si nos fijamos en el caso andaluz, se trata básicamente de clientelismo político, aunque alguno haya rebañado billetes “para asar una vaca” o se los haya gastado en putas y farlopa; pero aquí hablamos de subvenciones y ayudas a amigos y amigotes, para mantener engrasada la maquinaria electoral del servilismo.

En la derecha, la corrupción supone el beneficio directo de quien la ejerce. Aquí, se trata de yonkis del dinero, que sabedores de que para seguir recibiendo tienen que mantenerse en el poder, aportan algo al partido de modo directo (financiando con dinero negro) o indirecto (haciendo que quien les da a ellos también lo haga al partido).

El origen del dinero es también significativamente diferente. La izquierda saquea las arcas públicas sin miramientos, mientras que la derecha prefiere las comisiones por adjudicaciones. Todo esto sin perder de vista que la corrupción es transversal y no excluyente.

Por tanto, cualquier técnica para acabar con la corrupción debería incidir en estas cuestiones, y sinceramente, la Ley del PP contra ella es buena, pero insuficiente, por lo que cabe preguntarse por qué el PSOE la rechazó en vez de pedir que se incluyeran más elementos. Por cierto, que la rechazó sin leerla porque después de ser aprobada el propio Pedro Sánchez anunciaba medidas que ya iban en ella.

Desgraciadamente la imagen de los partidos políticos sigue siendo muy pobre. Están afanados en que los votantes veamos que castigan al corrupto, que lo expulsan del partido y las instituciones, pero no van al origen, a poner medidas que impidan que suceda. Es como si lo que más les interesara fuera que si a alguien lo pillan, le corten la mano… pero dejan la puerta abierta a que siga ocurriendo.

Despolitizar más el sistema judicial (lo contrario que quiere Podemos), limitar mandatos por ley pero también la rotación de cargos de la misma persona, y generar contrapoderes institucionales, son algunas medidas posibles.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"