Albert Rivera quiere pasar a la historia como el Gran Inquisidor de la política española, en un afán de ejemplaridad digno de mejor causa.
Se le nota a Rivera su inexperiencia en la política real, la de la gestión, y mucho más se le nota que lo suyo, más que ideología, es tacticismo puro y duro.
En Andalucía, Ciudadanos aguantó sin pedir la dimisión ni el cese del consejero Ramírez de Arellano, citado a declarar como imputado por la Fiscalía, pero en idéntica circunstancia reclama poner fuera de la vida política al presidente de la Región de Murcia, Pedro Antonio Sánchez.
Afortunadamente para el consejero en cuestión, el asunto resultó finalmente archivado, por lo que ha permanecido en el cargo sin más, en tanto que Rivera no valora que al presidente murciano le hayan archivado más de docena y media de denuncias.
En su afán inquisitorial, Rivera roza el espanto cuando diferencia entre delitos de corrupción política y demás delitos. Significa su visión, que una persona investigada por apropiación indebida en un empresa, es más digna de tener un cargo público que quien, por ejemplo, ha dado licencia para que tenga agua una vivienda fuera de ordenación. En escala de valores, un presunto malversador es indigno de estar un cargo público, pero un pederastra, o un maltratador, o un asesino, sí pueden, ya que no son delitos de corrupción política.
El inquisidor Rivera lo es, por hacer juicios sumarísimos, en los que acusa, juzga, e impone sentencia. Y el reo no tiene derecho ni a defenderse.
Cuando el Tribunal Supremo sostiene que no manda a prisión provisional a unos condenados en primera instancia, alegando que existe la presunción de inocencia hasta la sentencia definitiva, Rivera impone la condena máxima, la de expulsión de la vida política, a quien tan solo es llamado a declarar en el transcurso de una investigación judicial. No es abandonar la presunción de inocencia para caer en la presunción de culpabilidad, es directamente pasar de lo primero a la condena firme.
Pero igual que no iba a hacer presidente a Pedro Sánchez y luego firmó con él un pacto de investidura, y no iba a hacer presidente a Mariano Rajoy y luego lo invistió, igual que pide a los demás tener principios y él pasa de la socialdemocracia al liberalismo sin despeinarse, igual que rechazaba las diputaciones hasta que tuvo diputados provinciales, y pedía paralizar las obras del AVE hasta que se percató que eso no lo podía sostener sin una fuga de votos, para Rivera, la presunción de inocencia es una entelequia que se acabará cuando alguien de su entorno se vea en las circunstancias en las que ahora él manda a la hoguera a los demás.
Bastará con que alguien presente ante la Fiscalía una denuncia con mayor o menor base, y entonces el Ministerio Público le cite en calidad de investigado para averiguar si existe fundamento. Suponemos que entonces dejará caer en la pira a los suyos… a no ser que se trata de un asesinato, o el asalto a un banco, o una violación… que como no son delitos de corrupción política, seguirán siendo personas honorables hasta que se pronuncie el juez.