La política, esa caja de sorpresas, nos regala de vez en cuando perlas que merecen ser enmarcadas. La última, cortesía de la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, durante su reciente visita a Almería. Un encuentro donde, entre otros menesteres, la ministra se subió al ring para defender al jefe del Ejecutivo que una vez más ha vuelto a arremeter contra miembros del Poder Judicial porque instruyen causas sobre personas de su entorno, como es su esposa o su hermano. La lealtad es un valor en alza, aunque a veces chirríe la música que la acompaña.
El argumento de la ministra, un eco de la defensa de Pedro Sánchez, se centró en un punto que, a primera vista, parece irrefutable: el sufrimiento familiar que soporta como consecuencia de las causas judiciales. Según Saiz, el presidente sufre porque las acusaciones que recibe tocan a su entorno más íntimo. "Hay una familia que sufre", dijo. Y uno se pregunta, con una ceja levantada, ¿solo la familia del presidente sufre? ¿Acaso las familias del resto de mortales, sobre todo de los que han sido y son escrutados por la justicia, no tienen nervios ni corazón?
Ahí es donde la ironía se cuela por la rendija. Pensemos en el caso de Francisco Camps, expresidente de la Comunidad Valenciana. Durante más de una década y media, estuvo sometido a un escarnio público implacable, sentándose en el banquillo una y otra vez por distintas causas. ¿Y su familia? ¿No padecieron el calvario de ver a su padre y marido en el centro de la tormenta mediática y judicial? Resulta que, tras un peregrinaje por los tribunales, Camps ha sido absuelto de todo. Pero el daño, el sufrimiento, ese ya estaba hecho, y que se sepa, nadie le ha pedido perdón, ni quienes le denunciaron ni quienes aprovecharon esas denunicas para eliminarlo políticamente.
Y si nos vamos a Madrid, ¿qué decir de Isabel Díaz Ayuso? A ella la acusan, ni más ni menos, de asesina de ancianos. Unas palabras gruesas, sin lugar a dudas y cabe hacerse la pregunta de qué siente un padre o un hermano o tu pareja cuando te llaman "asesina" así, con todas las letras y por su orden. También han investigado a su padre, y a su hermano por el tema de las mascarillas, un asunto que los tribunales han archivado más de media docena de veces. ¿Es que la presidenta de la Comunidad de Madrid no tiene familia que sufra? ¿No siente su entorno la presión de verse en la diana, con acusaciones de este calibre sobrevolando?
Pero podemos mencionar a Alberto Núñez Feijóo, a quien se acusó de dar subvenciones a la empresa que su esposa trabajaba, mientras él presidía Galicía. Resultó falso, el periódico que lo publicó, reconoció el error y pidió disculpas por el daño ocasionado, pero ni Sánchez y Montero, que habían usado en el Congreso esa mentira segundos después de ser difundida, han tenido la decencia de retractarse. Será que Feijóo no tiene familia. Su esposa tampoco, claro.
Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar ejemplos. En nuestra propia provincia de Almería, tenemos a Gabriel Amat, el alcalde de Roquetas de Mar, expresidente de la Diputación y del Partido Popular provincial. Un auténtico calvario de denuncias, muchas de ellas presentadas por el propio Partido Socialista. Y, curiosamente, todas y cada una de ellas han sido archivadas. Unas en Roquetas, otras en la capital, e incluso algunas en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. En ocasiones, han sido los jueces quienes han desestimado las causas; en otras, los fiscales han considerado que no había por dónde cogerlas. La pregunta es la misma: ¿Gabriel Amat no tiene familia? ¿No sufrió la suya el peso de la sospecha y el señalamiento durante todos esos años?
Y luego, claro, están los jueces. ¡Qué mala suerte tiene el presidente del Gobierno! Parece que todos los jueces "politizados", "esos que hacen política" y le acusan, le tocan a él y a su familia. ¡Qué casualidad! No debieron de ser jueces politizados los que destaparon la trama Gürtel que acabó mandando al PP a la oposición, ¿verdad? No, esos eran jueces de los buenos. Y seguro que los veintitantos jueces por los que pasaron los casos de los ERE en Andalucía, la gran trama de corrupción que asoló la Junta bajo mandato socialista, esos, seguramente, eran jueces malvados y de derechas. ¡Qué mala suerte la de los socialistas en Andalucía! ¡Y qué mala suerte, de nuevo, la del presidente y su familia!
La realidad es que el sufrimiento familiar no es patrimonio exclusivo de nadie. Es un peaje que paga todo aquel que se ve envuelto en una espiral de denuncias, sea por el motivo que sea y provenga de donde provenga, y sea un personaje conocido o popular. Y la justicia, con todos sus fallos, sigue siendo el único camino para discernir la verdad. Usar el dolor de la familia como escudo solo sirve para desviar el foco y, de paso, insultar la inteligencia porque todo el mundo tiene familia.