A veces, la Historia es una fiesta... y otras veces, una fosa. Depende de quién la mire, de quién la pague, y sobre todo, de quién la cuente. En 2025 se cumplirán cincuenta años de la muerte de Francisco Franco, y el Gobierno de España —con Pedro Sánchez al frente y el almeriense Fernando Martínez como secretario de Estado de Memoria Democrática— ha decidido celebrarlo por todo lo alto. Cien actos, veinte millones de euros y un eslogan que bien podría firmar una agencia de publicidad institucional: “50 años de España en libertad”.
Es un titular llamativo, no lo niego. Pero ¿libertad para quién? ¿Para los desaparecidos que siguen sin identificar bajo tierra, en cunetas y fosas comunes? ¿Para sus familiares, que mueren sin saber dónde están los restos de sus seres queridos? ¿Para quienes reclaman memoria sin platillos ni fanfarrias, sino con cepillos de arqueólogo y análisis de ADN?
El contraste es grotesco: mientras se destinan apenas 2 millones de euros a localizar y exhumar víctimas del franquismo —la misma partida que en años anteriores porque el Gobierno ni se ha molestado en presentar nuevos presupuestos—, se invierten diez veces más en una operación propagandística para reafirmar el relato oficial del antifranquismo gubernamental. La idea obviamente es que este evento tenga lugar durante el Gobierno de Sánchez, porque el medio siglo de Constitución será en 2028... y entonces ya veremos.
No se me malinterprete: Franco no merece ni homenajes ni silencios cómplices. Pero tampoco merece que su muerte intubado en su cama se convierta en una excusa para una gran tournée de autobombo. Porque si de verdad queremos hacer memoria democrática, habría que empezar por la base: los muertos. Los anónimos. Los que aún esperan ser encontrados.
Mientras tanto, resulta que es una administración del Partido Popular en Andalucía —la Junta presidida por Juanma Moreno— la que, desde 2019, ha exhumado a más de 2.600 víctimas y ha hecho pruebas genéticas a más de 3.600 familiares. Solo en 2024, se exhumaron 300 cuerpos y se analizaron más de mil muestras. No es poca cosa, viniendo del partido que muchos acusan de mirar para otro lado.
Y aquí es donde el lector almeriense —ese al que este artículo interpela— debería detenerse un momento. Porque quien firma estas prioridades desde Madrid no es un desconocido: es Fernando Martínez, socialista, paisano, experto en memoria y hoy responsable de que se gasten millones en pancartas, vídeos y mítines conmemorativos, mientras cientos de familias siguen esperando justicia bajo el polvo del olvido.
A veces, la memoria sirve para sanar. Otras, para hacer política. El problema es cuando se usa la memoria de unos para invisibilizar la de otros. Porque el antifranquismo no se mide en décimos de lotería institucional ni en aplausos de autoconsumo, sino en actos concretos. Y aquí, la música suena muy alto... pero como canta el gran Enrique Villareal (El Drogas): "La tierra está sorda"
¿Estará tu nombre escrito en esa maldita lista?
¿o será algún compañero quien pierda su vida?
Comienza el recital de nombres y apellidos
el aliento que se hiela y se pierde el equilibrio
Llegan los cuervos a su noche oscura, llegan los cuervos y rompen la luna
Llegan los cuervos y no se van... y no se van
Llegan los cuervos y no se van...
(Los cuervos: Barricada)