¡Sorpresa! ¡La Diputación de Almería apoya la independencia de Cataluña y la liberación de los “Jordis”! ¿Será eso? Bueno, es lo que parece, la recién izada como nueva bandera de la provincia de Almería aparece una y otra vez en las manifestaciones nacionalistas catalanas, ya que es como la de Barcelona… incumpliendo así una de las exigencias de la Ley de Símbolos de la Junta de Andalucía, la de impedir aquellas que puedan generar confusión con otras.
Pero no solo es ese punto de la Ley al que no se ajusta la nueva enseña, ya que tampoco lo hace a algo tan básico como es el obligado consenso. Cuando la aprobación se produce por solo uno de los cuatro partidos que conforman la Corporación, pues es evidente que consenso no ha habido, cuando el sentido común obligaría a entender que algo así, que debe representar a todos los almerienses debía tener una respaldo mucho más amplio.
Está claro que a la Junta de Andalucía le ha dado igual, que el responsable último de dar el visto bueno no se ha leído ni el informe que acompaña a la propuesta, ni ha dedicado un minuto a reflexionar sobre la idoneidad de la misma según los antecedentes presuntamente históricos que la respaldan.
Presuntamente históricos, sí. Y es que querer dotar a esta bandera, de contenido histórico es patético.
Almería es una provincia inventada por Javier de Burgos, el encargado de realizar la división territorial del Estado español que más o menos ha existido hasta la recuperación de la Democracia, cuando se configuró el actual Estado de las Autonomías.
Javier de Burgos, para crear la región andaluza, utilizó cuatro reinos, el de Sevilla, el de Córdoba, el de Jaén y el de Granada… Almería no tenía ningún tipo de entidad propia hasta que él decidió meter escuadra y cartabón, creando ocho provincias, tomando cada una de ellas el nombre de la que sería capital administrativa de la misma.
Es por eso que causa sonrojo la facilidad con la que algunos alegan una supuesta identidad almeriense a un territorio que en realidad nunca fue Almería, y cuyo límite habría podido ser diez kilómetros más arriba o veinte más abajo, porque nunca fue ni tan siquiera un elemento administrativo.
Es por eso que causa sonrojo la facilidad con la que algunos alegan una supuesta identidad almeriense a un territorio que en realidad nunca fue Almería, y cuyo límite habría podido ser diez kilómetros más arriba o veinte más abajo, porque nunca fue ni tan siquiera un elemento administrativo.
Por el contrario, aunque sea de modo somero, recordemos que la Hispania Ulterior de los romanos, en su momento más reducido en extensión, coincide en un 90% con la actual Andalucía, y en ella obviamente Almería. Y coincide también con la Bética, que se extendía hasta Murcia, por lo que probablemente ya conocían que el Guadalquivir nace posiblemente en Cañadas de Cañepla.
No entraremos en la época andalusí, donde Almería no era más que una ciudad como tantas otras que había en todo el territorio, que también como tantas otras conoció épocas de brillantez inusitada, como de decadencia, de independencia, como de dependencia.
Por eso, elegir como bandera de toda la provincia la quienes la arrasaron, la de quienes la sembraron de sangre, la de quienes redujeron a cenizas el puerto más importante del Mediterráneo, es una infamia. Y más aún intentando vincular dicha bandera con una provincia que –tal como puede leerse en el informe perito que acompaña el expediente administrativo con el que se aprueba- no existía.
En 1720, Felipe V había dividido el territorio español en intendencias, que posteriormente serían corregidas por Fernando VI para ajustarlas a las fronteras de los antiguos reinos y provincias establecidos por los Austrias. La división actualizada posteriormente en 1785, ya mostraba a Aragón, Cataluña, Valencia, Extremadura, Andalucía (Almería no existe como ente) y Galicia como en la actualidad.
Tampoco existió Almería como entidad superior a la ciudad más o menos extensa, para la Constitución de 1812.
En 1847 se promulgó un decreto que creaba once Gobiernos Generales, y por primera vez se produce un intento de dividir Andalucía en dos, la Occiental y Granada (Almería dentro). Aquel invento duró poco más de quince años.
Es Javier de Burgos quien se la inventa desgajándola de Granada, lo cual no es ni bueno ni malo, simplemente es un hecho.
Es precisamente en una época de esplendor, cuando en la Alcazaba ondeaba triunfante una “verde bandera que con la aurora blanca se ha hecho un cinturón”, y esa, no la de quienes la humillaron, es la que puede ser la enseña que llene de orgullo a los almerienses.