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Donde dije digo, digo Illa
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Donde dije digo, digo Illa

Por Rafael M. Martos
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jueves 04 de septiembre de 2025, 06:00h
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La hemeroteca, ese cementerio de promesas rotas y verdades de quita y pon, debe ser el lugar más temido por la clase política actual. Y si no lo es, debería. Porque la memoria, aunque a veces frágil, guarda los ecos de lo que un día se afirmó con rotundidad y que hoy, por la magia del pragmatismo de poder, se convierte en su contrario. El último en peregrinar a este santuario del olvido autoinducido ha sido el flamante presidente de la Generalitat de Cataluña, el socialista Salvador Illa.

Recordarán ustedes, no hace tanto, al Illa candidato, al Illa látigo del independentismo. Aquel que nos aseguraba, con la solemnidad que el atril confiere, que ni hablar de amnistía. Aquel que criticaba con dureza a quienes osaban peregrinar a Waterloo para rendir pleitesía al expresidente prófugo. Parecía un dique de contención, la voz de la coherencia constitucionalista dentro de su partido en Cataluña. Pero la política, o más bien la ambición, tiene una capacidad asombrosa para flexibilizar columnas vertebrales que parecían de acero.

La amnistía, aquella línea roja infranqueable, se convirtió en una alfombra necesaria para que Pedro Sánchez conservara la Moncloa y, de carambola, para que él mismo pudiera sentarse en el Palau de la Generalitat. Un sacrificio, nos dirán. Un ejercicio de responsabilidad, argumentarán. Desde aquí, desde esta Almería que observa con perplejidad el tablero, se parece más a una simple y llana transacción: yo te doy mis votos, tú olvidas mis delitos. Y todos contentos.

Pero la visita de Illa a Puigdemont en Bélgica esta semana no es un paso más, es un salto cualitativo en la degradación institucional. Ya nos pareció un exceso sonrojante cuando el Secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, acudió a la misma cita. Aquello se intentó vender como una negociación entre partidos, un mal menor orgánico para desatascar la investidura. Podía no gustarnos, y de hecho a muchos no nos gustó, pero se movía en los márgenes, ya muy anchos, de la fontanería de partido.

Lo de Salvador Illa es infinitamente más grave. Porque Illa no ha ido a Waterloo como primer secretario del PSC. Ha ido como el Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya. Ha ido como la máxima autoridad de una Comunidad Autónoma que, no lo olvidemos, es Estado. Es un representante del Estado, cuyo sueldo pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos, desde el Zapillo hasta Pulpí, legitimando con su presencia a un prófugo de la justicia. A una persona que no puede pisar territorio español porque, en el instante en que lo hiciera, debería ser detenida y puesta a disposición judicial por intentar subvertir, como mínimo, la legalidad vigente.

Este encuentro es la metáfora perfecta del sanchismo: la realidad institucional sometida al interés personal. Es cruzar una línea que ya ni siquiera se molestan en pintar de rojo. Se borra y se pinta una nueva más allá, y así sucesivamente.

Y mientras, el Estado asiste a un espectáculo de aurora boreal. Vimos cómo el propio Puigdemont, según se jactó, entró en España para participar en un mitin en el sur de Francia, atravesando territorio español, y se marchó sin que ninguna fuerza de seguridad del Estado, ni los Mossos d’Esquadra, fueran capaces de detectarlo. Un ridículo espantoso que nos humilla como estructura de derecho y que evidencia una complicidad gubernamental que clama al cielo.

La reunión de Illa no es una anécdota. Es la constatación de que Pedro Sánchez está dispuesto a todo por mantenerse en el poder, y de que los suyos, como Illa, están dispuestos a todo por mantenerle a él y asegurarse, de paso, su cuota de poder territorial. El fin justifica los medios, aunque los medios supongan reunirse con quien se fugó para no rendir cuentas ante la justicia y humillar las instituciones que tú mismo representas.

Y mientras tanto, el ciudadano de a pie, desde Tabernas a Adra, sigue pagando sus impuestos y preguntándose si la ley es, de verdad, la misma para todos. La respuesta, tristemente, parece cada día más clara.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"