Hay políticos que gobiernan pensando en cómo mejorar la vida de los ciudadanos, y otros que dedican su mandato a mejorar su propia imagen. Los primeros trabajan mucho y posan poco para la foto; los segundos trabajan poco y posan mucho para la foto. La alcaldesa de Almería ha decidido ser de los segundos: cámara, focos y un truco de ilusionismo que llama “bajada de impuestos”. Pero basta encender la luz para que su decorado se derrumbe.
Nos vende como un éxito lo que no es más que un espejismo contable. Y lo peor es que juega con las cifras como quien baraja cartas marcadas. Dice que baja los impuestos, pero las matemáticas, que no entienden de propaganda política, cuentan otra historia.
En tres años, los almerienses han visto cómo subía el agua un 35%, el IBI un 26%, y hasta el cementerio un 2,9%. En total, un incremento acumulado del 53,2% en tasas e impuestos municipales. Y ahora, después de ese sablazo, nos anuncian una “rebaja” del 5,7% en el IBI y un 5% en el impuesto de circulación. ¿Resultado final? Seguimos pagando mucho más que antes. Su juego consiste en restar poquito después de haber sumado demasiado.
Es como si te suben el alquiler 300 euros y, al año siguiente, te lo bajan 30: te dirán que te están haciendo un favor, pero el bolsillo sabe perfectamente que es contrario. ¿Dónde está la bajada? Solo en el titular para prensa.
Luego está la maquinaria de propaganda del ayuntamiento que habla de una bajada de impuestos en 4,5 millones. Lo que no te cuentan es que han ingresado 12 millones extra solo con la subida del IBI de 2024.
Después intentan hacerte el lio diciendo que Almería está entre las nueve capitales con menor carga fiscal. Lo que no dicen es que en 2020 estábamos en el puesto dos. Es decir: éramos una ciudad con poca carga fiscal, ahora ya no.
A esto hay que sumarle un detallito que el PP tampoco dice: los impuestos en Almería suben cada año mientras la renta media de los almerienses sigue por debajo de la media española. Estamos en el puesto 35 de Andalucía en renta per cápita, pero pagamos como si estuviéramos en el Top 10 de las ciudades más ricas. Eso no es justicia fiscal, es desproporción.
Subir impuestos es lo fácil. Gestionar bien, lo difícil. El verdadero mérito de un buen gobierno no está en recaudar más, sino en gastar mejor. Pulsar un botón para que los ciudadanos paguen la factura, lo hace cualquiera. Lo difícil es reducir gasto corriente, ajustar el cinturón de la administración, eliminar duplicidades y recortar subvenciones innecesarias. Un buen alcalde no es el que más recauda sino el que más problemas soluciona. Este equipo de gobierno prefiere acumula superávit mientras sube el agua, el IBI y el cementerio, el problema no está en la falta de ingresos, sino en la falta de vergüenza política. Desde que la alcaldesa gobierna, los almerienses vivimos peor.
Sin ser del gusto de un servidor la versión americanizada (Halloween) de la noche de que aún muchos celebramos víspera de todos los Santos, ya les digo que tras este supuesto trato la alcaldesa esconde el truco.
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