El caso del juez Baltasar Garzón es uno de esos ejemplos paradigmáticos de la doble moral de los partidos políticos, cuando la Agrupación Municipal del PSOE de Almería le invita a un participar en una charla sobre derechos humanos, pues parece conveniente entrar en materia.
Qué lejos queda para el secretario general Fernando Martínez, a pesar de tener ya sus años, y todos ellos muy activo políticamente, aquel tiempo en que Garzón era un ser malvado y vengativo, soberbio, engreído, y tramposo, muy tramposo, que investigó los crímenes de los GAL y señaló con el dedo a Felipe González al asegurar veladamente que él era la X que estaba en la cúspide de aquella trama criminal.
Es ese mismo Garzón, y no otro, quien afirmaba a las claras que el Ministerio del Interior del almeriense José Barrionuevo pagó asesinatos, pagó secuestros, torturó, y además, para hacerlo malversó. Ese juez es al que ahora rinde pleitesía el PSOE almeriense, el PSOE que según ese mismo juez, se financió ilegalmente por medio de las empresas Filesa, Malesa y Timexport, y que sacó tajada de la Expo 92.
¿Qué ha cambiado si la persona sigue siendo la misma?
En realidad no ha cambiado nada, por eso, porque la persona sigue siendo la misma. Pero hay que hacer memoria para entenderlo.
En realidad no ha cambiado nada, por eso, porque la persona sigue siendo la misma. Pero hay que hacer memoria para entenderlo.
Garzón se hizo popular tras huir de Almería falto de valor para enfrentarse al mafioso Juan Asensio, quien por aquella época campaba por la capital y la provincia, y aunque luego, desde la Audiencia Nacional sí le plantó cara, aquí no fue capaz de aguantarle el pulso.
Persiguiendo a los narcos gallegos se hizo un nombre, y hasta él llegaron, por turno, algunos casos que tocaban a la médula del PSOE, comenzó así a investigarlos, en largos procedimientos que no parecían tener final, porque cuando más duraran, más lo harían los focos sobre su persona. Entonces el hábil Felipe González le fichó… el juez anticorrupción más popular aparecía en la candidatura del mismo partido al que venía apuntando en sus investigaciones.
Pero el juez no logró un ministerio o algo que le diera el brillo que él creía merecer, y el puesto que le dio González le pareció poca cosa, por lo que se marchó de nuevo a la Audiencia Nacional. Abrió el cajón de su recuperado despacho, y… allí estaban sin cerrar los sumarios con los que consumar su venganza. Y lo hizo.
Todo esto le granjeó grandes halagos por el Partido Popular, pero cuando éste llega al poder, se cambian las tornas.
Todo esto le granjeó grandes halagos por el Partido Popular, pero cuando éste llega al poder, se cambian las tornas.
Garzón no consiguió con el PP tampoco sus objetivos de promoción personal, y lanzó una campaña de hostigamiento similar a la que en su momento utilizó contra el PSOE. Para ello no dudó en vulnerar la ley, y acabar por ello condenado –por unanimidad en el Tribunal Supremo- a inhabilitación.
Pongamos solo un par de detalles que retratan ese hostigamiento. No tuvo problema en usar escuchas ilegales, lo que más allá de que le costara una condena, supone que la utilización de una prueba ilegal, deja de ser una prueba, y hasta puede dar al traste con toda la instrucción de un caso, dejando “a los malos” libres.
Podemos hacer memoria de cómo se las gasta, ya que siendo juez se fue de cacería con el ministro socialista de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, al día siguiente de meter en un calabozo a unos imputados en la operación Gürtel, a los que dejó todo el fin de semana encerrados sin tomarles declaración. Podía haberlos detenido el lunes, o podría haberlos interrogado antes de irse con el ministro del PSOE, pero no, Garzón vio mejor tenerles dos o tres días en el agujero, por la cara. Es su visión personal de los derechos humanos.
Finalmente Garzón ha encontrado un hueco mediático con la Memoria Histórica o la Memoria Democrática (¡como si toda memoria no fuera siempre histórica, o pudiese existir memoria dictatorial!), sin advertir que solo es eso, una búsqueda del fulgor que para sí reclama permanentemente, y que quizá, con Fernando Martínez al frente de esta materia en la mesa que preside Pedro Sánchez en la calle Ferraz, logre algún puesto relevante si éste llega al Gobierno del Estado español.