El fallo del Premio Planeta, el galardón literario mejor dotado del Estado español con un millón de euros, ha vuelto a dejar una certeza inmutable: la gran ganadora no es otra que la Agencia Estatal de Administración Tributaria. El periodista y escritor Juan del Val, flamante vencedor por su novela Vera, se ha encontrado con una realidad fiscal tan contundente como el cheque: ese millón de euros es una cifra bruta, un espejismo que menguará drásticamente por el camino de las arcas públicas.
Es de justicia social y moral tributar por los ingresos, nadie lo discute. Pero el modus operandi del sistema impositivo levanta serias dudas sobre la proporcionalidad. Se estima, según diversas fuentes consultadas, que del millón de euros del Planeta, Hacienda se quedará con una cifra que ronda los 433.000 euros, cerca del 43%. No el 45% que se aplica en otros premios como la Lotería, que están sujetos a un gravamen especial, sino la aplicación de un Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) progresivo, ya que el Planeta no está exento al implicar la cesión de derechos de explotación de la obra.
Aquí es donde la ironía se torna en auténtica amargura. Hablamos de un premio literario, fruto de un trabajo intelectual. No es un golpe de suerte azaroso, sino el reconocimiento a un esfuerzo creativo. Y que casi la mitad de ese ingreso termine en las manos del Estado levanta la sospecha de una voracidad recaudadora difícil de justificar. Si esto no es, como bien se pregunta, un auténtico robo a la luz del día, que nos expliquen qué es.
El Planeta es solo la punta de un iceberg mucho más profundo que afecta al día a día de cualquier trabajador, autónomo o empresa. La tiranía fiscal es estructural y transversal a todos los niveles de la administración.
Piense en su nómina. Ya de inicio, el IRPF retiene una porción de su sueldo (de entrada, un 15% como adelanto, a regularizar después) antes de que usted vea un solo euro. En el mejor de los casos, si sus ingresos están por debajo del mínimo exento y no está obligado a declarar, ese adelanto no se le devuelve si no lo reclama: Hacienda se lo queda. Si declara, tal vez le devuelvan algo. Es un dinero que ha estado trabajando para el Estado. Y es posible que no lo reclame porque cuando se le informa del neto y el bruto que ganará en una empresa, el neto es lo que va a percibir el trabajador en su cuenta bancaria, y el bruto el coste total... que asume la empresa, y en el que figura la tributación del empleado, quien así se olvida de la existencia de ese dinero.
A esto, súmele el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), que penaliza el consumo. En la cesta de la compra y en los servicios, aunque con tipos distintos (reducido, súperreducido y general), el peso medio del IVA en el consumo roza el 15%. Por cada 100 euros que gasta, 15 van a las arcas públicas.
Y el goteo no cesa. A nivel municipal, en Almería o en cualquier municipio de la provincia, encontramos el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y el Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM). Añadamos los impuestos especiales que gravan el alcohol y los combustibles, con un impacto directo en el transporte y en la actividad agrícola.
Luego está la Seguridad Social. Es un concepto que debería ser un seguro social, un fondo de cotizaciones con un destino finalista y lógico, ligado a las prestaciones de quienes lo nutren. Sin embargo, su destino final se mezcla y confunde, y en la actualidad, con unos Presupuestos Generales del Estado prorrogados que limitan la capacidad de gasto del Gobierno de España, parece servir como comodín para inyecciones en áreas que poco o nada tienen que ver con los cotizantes, como el IMV, pensiones no contributivas y otros... este grupo de no cotizantes pero cobrantes, crece, y los "paganos", no lo hacen al mismo ritmo, así que deben pagar más..
Si sumamos todos estos peajes—IRPF, IVA, impuestos municipales, impuestos especiales, y cotizaciones a la Seguridad Social—, la cifra que las distintas administraciones (estatal, autonómica y local) se llevan de nuestro trabajo anual roza el 60-65%. Sí, lo ha leído bien: hasta dos tercios del valor de lo que usted genera cada año va directo a la administración.
Este sistema no es un invento del actual ejecutivo; es un leitmotiv que ha continuado con todos los colores políticos. En Almería ciudad, por ejemplo, los gobiernos locales han implementado subidas de impuestos y tasas que, aunque luego se compensan con pequeñas bajadas de cara al futuro (como la prometida para 2026), no hacen sino confirmar la tendencia: primero se recauda con agresividad, luego, tal vez, se alivia la presión con cuentagotas.
La conclusión es inevitable: el Estado español tiene un problema serio con su sistema fiscal y, en lugar de reformar su estructura y atajar la ineficiencia, opta por la vía fácil de exprimir al máximo a sus ciudadanos. Juan del Val se lleva un merecido premio literario, pero el verdadero botín, el más grande y constante, siempre acaba en la misma caja fuerte. Hacienda es, sin duda, la eterna ganadora del Premio Planeta... firme quien firme el BOE.