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La frágil memoria del PSOE sobre García Caparrós
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La frágil memoria del PSOE sobre García Caparrós

Por Rafael M. Martos
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sábado 27 de septiembre de 2025, 06:00h
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Hay espectáculos en el Parlamento andaluz que causan sonrojo, pero pocos tan sangrantes como ver al PSOE erigirse en guardián de las esencias autonomistas, y más aún, de la memoria de Manuel José García Caparrós. Sucedió el pasado jueves, cuando la portavoz socialista, María Márquez, le espetó con aires de suficiencia al presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, que él no era quién para darles lecciones sobre el joven malagueño asesinado el 4 de diciembre de 1977. Y uno, desde esta esquina de Almería, no puede sino sentir una mezcla de indignación y estupefacción.

Quizás el señor Moreno Bonilla no esté en posición de pontificar sobre aquel mártir de la autonomía, pero lo que es seguro, documentado e irrefutable, es que el Partido Socialista Obrero Español lo está mucho menos. Cuando se agitan estos fantasmas del pasado, conviene desempolvar los archivos y poner los puntos sobre las íes, no sea que la desmemoria interesada se convierta en verdad oficial.

Recordemos. El 4 de diciembre de 1977, casi dos millones de andaluces tomaron las calles en una manifestación histórica para exigir libertad, amnistía y un estatuto de autonomía. En Málaga, en el fragor de aquella jornada, una bala policial segó la vida de Manuel José García Caparrós, un joven trabajador de Cervezas Victoria y militante de Comisiones Obreras. Se convirtió, en ese instante, en el primer mártir de nuestra actual etapa autonómica.

Pero, ¿cuál fue el papel del PSOE en las horas y días posteriores a aquel vil asesinato? Para entenderlo, hay que viajar a la convulsa política de la Transición. En aquel entonces no existía el Partido Popular. La derecha estaba representada por la Alianza Popular de Manuel Fraga, que en Andalucía era una fuerza extraparlamentaria, tan residual que no tenía ni un solo diputado por nuestras provincias, y por la UCD de Adolfo Suárez, que estaba casi al par que los socialistas. Por tanto, atribuir culpas del proceso autonómico al PP actual es, como poco, un anacronismo malintencionado, ya que sus raíces andaluzas beben más de la UCD que de AP.

El PSOE, en cambio, sí era el mismo. Y su reacción a la muerte de Caparrós fue, cuanto menos, reveladora. Cuando el asunto llegó al Congreso de los Diputados, se derivó a la Comisión de Trabajo. ¿La razón? Para el PSOE de Madrid, la manifestación del 4-D no fue una reivindicación autonomista, sino una simple protesta de carácter laboral.

En aquella comisión se sentaba un joven diputado por Cádiz llamado Manuel Chaves González. No solo los socialistas andaluces no llevaron el asunto al Congreso, es que quien luego llegaría a presidente de la Junta de Andalucía ni abrió la boca sobre Caparrós. Tuvo que ser un socialista canario, Jerónimo Saavedra, quien, al hablar de la muerte de otro joven en una manifestación en La Laguna (Tenerife), propició que se creara una "Comisión de Encuesta por los sucesos de Málaga y Tenerife".

El dictamen final de esa comisión es un monumento a la equidistancia y al reduccionismo. Concluía que el origen de todo era un "problema económico" y que "una situación social más justa hubiese evitado otro resultado". ¿La solución? Un "plan de urgencia para la provincia de Málaga" con los créditos correspondientes. El asesinato de un joven por pedir autonomía quedaba reducido a una cuestión de falta de inversión. El informe incluso culpaba de la violencia a la propia bandera andaluza, cuya exhibición fue la única impulsada por los organizadores (entre ellos el PSOE, la UCD, el PA, el PCE...), según el texto, eso fue "rápidamente capitalizado por fuerzas de extrema derecha y contestado con violencia por elementos de signo opuesto". Un desgraciado choque entre extremos, decían.

El 15 de diciembre, el tema se trató de refilón en la Comisión de Interior, antes incluso de que comenzara el orden del día. De nuevo, ni el PSOE ni el Partido Comunista —ambos organizadores de la marcha, como también lo fue la UCD, aunque algunos lo olviden— vincularon el asesinato con la lucha por la autonomía andaluza.

¿Y dónde estaban las grandes figuras del socialismo andaluz? Rafael Escuredo estaba en el Congreso y calló. Alfonso Guerra, sevillano y vicesecretario general del PSOE, que incluso había estado en la manifestación, calló. Felipe González, sevillano y secretario general, también calló. Para ellos, desde sus escaños en Madrid, lo de Málaga fue un lamentable suceso fruto del enfretamiento entre extrema izquierda y extrema derecha (el bunker) en una protesta laboral en la que se exhibió la bandera andaluza.

Jamás, durante los largos años de gobierno de Felipe González o los de José Luis Rodríguez Zapatero, mostró el PSOE el más mínimo interés por esclarecer qué ocurrió realmente aquel 4 de diciembre. La memoria de Caparrós solo parece útil como arma arrojadiza contra el adversario político del momento.

Y aquí llega la pregunta final, la que desmonta toda la grandilocuencia de la señora Márquez. Ya que a los socialistas no se les pueden dar lecciones sobre el 4 de diciembre, ¿podrían explicarle a los almerienses y al resto de andaluces quién fue el que cambió el Día de Andalucía de esa fecha, cargada de simbolismo, sangre y pueblo, al 28 de febrero, una fecha de referéndum y pactos? Dejo la pregunta en el aire. La respuesta, si les interesa, la tienen detallada en mi libro "Por Andalucía Libre: La posverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza".

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"