En una reciente entrevista en 7TV Almería, pregunté a Roberto Álvarez, el nuevo coordinador de Izquierda Unida Almería capital, sobre el escaso éxito electoral de la izquierda a la izquierda del PSOE, o la extrema izquierda... que cada cual la nombre como quiera. Una izquierda que parece estar en una permanente reinvención del concepto unidad, desde el Partido Comunista de España hasta la actual Sumar, intentando formar coaliciones con organizaciones pacifistas, ecologistas y feministas. Así nació Izquierda Unida, que era la izquierda... unida, pero que luego se reunió en Unidad Popular, para re-re-unirse en Unidos Podemos, y re-re-re-unirse en Unidas Podemos, y acabar re-re-re-re-uniéndose en Sumar, donde se han separado con la idea de re-re-re-re-re-unirse.
Mi pregunta se centraba en si parte de este fracaso electoral se debe a la ambigüedad que muestran respecto a ciertos temas, como el de la dictadura. Puse como ejemplo palmario la situación de Venezuela, un país que formalmente se presenta como una democracia pluripartidista, pero donde cada vez que un partido o candidato amenaza con vencer al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido de Nicolás Maduro, se recurre a artimañas para invalidar candidaturas, encarcelar opositores, o incluso forzarlos al exilio si ganan.
Los resultados de las recientes elecciones regionales en Venezuela, donde el partido de Maduro obtuvo el 82,68% de los votos en 23 de 24 regiones, con una participación de apenas el 15%, son un claro ejemplo de esta situación. Un sistema que se autodenomina democrático, pero donde la oposición no se atreve a presentarse por temor a represalias que no son ninguna broma.
Ante esta realidad, la respuesta de Roberto Álvarez equiparando la situación de Venezuela con la de Estados Unidos resulta desconcertante. Comparar una democracia, con todos sus defectos, donde la vida de ningún candidato corre peligro y los resultados electorales son verificables, con un sistema donde la oposición es perseguida y las elecciones están viciadas, es una muestra de una doble vara de medir inaceptable.
Es como cuando al hablar de Rusia, a lo más que llegó el líder de IU fue a reconocer que habían invadido Ucrania, y señalar que Vladimir Putin es un "autócrata". Pero no, la palabra dictador y dictadura tampoco salieron de su boca a pesar de quien osa oponerse al presidente acaba muerto.
Esta relativización del concepto de democracia y dictadura recuerda a aquellos que aún hoy intentan justificar la dictadura franquista. Es una manera de justificar lo injustificable, de defender lo indefendible. La izquierda, si quiere recuperar la confianza del electorado, debe ser clara y contundente en su condena a regímenes como el venezolano, como el cubano, el ruso... sin ambigüedades ni comparaciones absurdas, porque eso no debe suponer que están del mismo lado que la OTAN, o los EEUU... como defender los derechos de los palestinos no significa estar con los terroristas de Hamás, y criticar a Netanyahu no te convierte en antisemita (ojo, los palestinos son tan semitas como los judíos...).