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Incendiar Níjar

Por Rafael M. Martos
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domingo 28 de marzo de 2021, 12:55h

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Déjenme que haga un poco de historia, de esa que no viene en los libros de texto de los escolares andaluces, pero que es imprescindible para entender tantas y tantas cosas.

En septiembre de 1957, el Boletín Oficial del Estado, publicaba un Decreto en el que –sin nombrarnos expresamente- se nos prohibía a los andaluces emigrar a Madrid. Ese Decreto era la respuesta del Gobierno franquista a la tensión social que reflejaban medios de comunicación como el ABC o la revista SEMANA, por citar solo dos de los más influyentes de la época, ocasionada por la llegada masiva de andaluces a la capital del Estado; una llegada estimada en 3.000 diarios, y que –tal como se relataba en las crónicas periodísticas- creaba barrios "andaluces" de chabolas en las afueras, sin luz, sin agua, sin alcantarillado… sin higiene, unos barrios de cartón, chapa, uralita y plásticos, con riachuelos pestilentes en los que se arremolinaban los niños andaluces que a veces acompañaban a sus padres en esa aventura cuyo objetivo era encontrar trabajo en la gran ciudad, padres que habían llegado sin contrato, sin empleo y sin vivienda, a buscarse la vida como podían…

Se quejaban amargamente los madrileños en aquellas referencias periodísticas, de que los andaluces se aprovechaban de la caridad de las instituciones, caridad que debía ir a los pobres madrileños, no a ellos, a esas gentes llegadas del sur, sin oficio ni beneficio, y lamentaban que lo que hoy llamaríamos “soluciones habitacionales” fueran para esos desarrapados qeu no sabían ni hablar bien, en vez de para los alquilados y realquilados “de toda la vida”.

El Gobierno franquista decidió entonces ordenar controles policiales en las estaciones de ferrocarril y autobús, y devolver a su lugar de origen a todo aquel que no portara un salvoconducto firmado por el alcalde de su pueblo y el Gobernador Civil de la provincia, en el que se certificara que tenía contrato de trabajo en Madrid y una vivienda que la que morar.

El Decreto no menciona a ningún territorio concreto, pero la prensa deja muy claro quienes eran el problema, los andaluces y los extremeños, y por tanto, a quienes se dirigía la orden.

¡Qué corta tienen algunos la memoria histórica! Será porque estas historias no aparece en los libros que se estudian para aprobar o doctorarse.

Quiero decir con esto, que cuando en un municipio como Níjar, el de mayor extensión de la provincia de Almería, proliferan los asentamientos chabolistas ilegales, en los que malviven personas indocumentadas, sin trabajo o con trabajo en precario… pues no es que esto no sea fruto de un año ni de dos, ni de cinco, es que estas situaciones son parte de la historia humana, porque todo el mundo busca una vida mejor… hasta tal punto la busca, que algunos, hasta la pierden en esa aventura.

Llama la atención que cuando la alcaldesa, Esperanza Pérez, decide tomar medidas para solucionar los problemas derivados de estos asentamientos, en vez de aplaudir que al fin alguien se enfrente a esta situación, se le critique que no lo haya hecho antes. Y sí, lo podría haber hecho antes, pero también lo podría haber hecho el anterior alcalde, o el anterior, o podría lavarse las manos y decir que como son inmigrantes irregulares, es un asunto del Gobierno central, o como es una cuestión de atención social, remitirlo a la Junta de Andalucía.

Hay quien sostiene que para poner fin a esto no hacen falta estudios como el encargado a la Universidad de Granada, y basta con aplicar el sentido común, pero la verdad es que no concretan la respuesta que darían ellos a este panorama.

Sí, claro, hay una solución sencilla… meter excavadoras y arrasar una a una las chabolas, e imaginemos que no hay resistencia a esto por parte de sus moradores -que es mucho suponer-, pero es que eliminarlas lo único que hace es trasladar el problema a otro lugar, porque como cuando agitas una gota de aceite en agua, se transforma en gotitas minúsculas, pero siguen estando ahí, incluso aunque no las veas. Es decir, esas personas se dispersarán, y volverán a concentrarse en otro lugar, porqeu físicamente siguen existiendo, no han desaparecido, y el problema no se habrá solucionado, solo trasladado.

Otra respuesta facilona a esto último es de que, "se les coge y se les manda a su país", que por otro lado es lo que dice la Ley de Extranjería, pero… ¿a qué país? Si no tienen documentación y desconoces de qué país vienen ¿a dónde los devuelves? Y si ellos dicen cuál es ¿qué pasa si ese país no los reconoce como nacionales suyos y no los admite? ¿qué hacemos con ellos en ese caso?

Como ven, es todo mucho más complejo de lo que algunos quieren hacernos ver. Y los problemas complejos nunca tienen soluciones fáciles.

Porque ciertamente, la solución propuesta por el Ayuntamiento tampoco parece que vaya a poder resolver el fondo de la cuestión, pero al menos es un principio.

La propuesta de que los agricultores doten de soluciones habitacionales –que no de viviendas, ni de casas, hablamos de alojamiento digno, ni más, ni menos, albergues- es algo habitual en zonas de temporeros, y sí, la respuesta simplista es que el campo almeriense no es de temporada, que aquí hay tarea prácticamente todo el año. Es simplista porque los trabajadores sí son de temporada, como lo demuestran los datos de contratos… que son temporales… que haya trabajo doce meses al año no quiere decir que el mismo trabajador esté los doce meses.

Sorprende que quienes ponen de ejemplo el que como se aborda el inmigración en otros países olviden que esto es lo normal allí, y que si en la vendimia francesa se da alojamiento a los braceros andaluces los meses que dura ¿por qué aquí no se puede hacer lo mismo, los meses que dura la producción, es decir, casi todo el año? El alojamiento queda vinculado al contrato laboral, y terminado el contrato, terminado el alojamiento.

Es más, existe la posibilidad de considerar esto como pago en especie de parte del salario… claro que para poder hacerlo, el salario debe ser el que establece el convenio… y hay que tener contrato, evidentemente.

En todo caso, estas medidas solo van a solucionar la parte fácil, que es la de aquellos que están de modo legal en España, y que tienen trabajo y contrato, y esos son una minoría en los asentamientos ilegales, por lo que el problema grave, el de fondo, no se verá resuelto.

Es precisamente eso lo que debería mover a todos a buscar soluciones realistas en vez de regar de gasolina los campos de Níjar, porque luego, una pequeña chispa puede acabar incendiándolos.

Aunque igual es lo que buscan algunos irresponsables.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"