Cada vez que sale el barómetro del Centra, esa fundación pública andaluza de estudios dependiente de la Junta de Andalucía, nos lanzamos en tromba a mirar qué pasa con los votos. Como si la vida real fuera una encuesta electoral continua. ¿Quién sube, quién baja? ¿Qué tal va Juanma Moreno? ¿Se hunde el PSOE? ¿Aparece Vox? ¿Desaparece Adelante Andalucía? Lo de siempre. Pero esta vez, y sin que sirva de precedente, me interesa más lo que el barómetro dice sobre la sociedad andaluza que sobre su política.
Y es que, según esta última encuesta, si hoy se celebraran elecciones, Moreno Bonilla volvería a ganar con mayoría absoluta —un mínimo descenso en porcentaje que prácticamente no afectaría a los escaños— y el PSOE se pegaría un batacazo histórico, esta vez con María Jesús Montero al volante del Peugot. Lo llamativo no es que pierda, sino que sacaría menos apoyo que Juan Espadas, que ya era el listón bajo del socialismo andaluz. Un 20% de los votos. Ni más ni menos. Pedro Sánchez, si estás leyendo esto desde La Moncloa, igual te equivocaste de candidata.
Pero como decía, más allá del circo electoral, lo que me ha parecido verdaderamente revelador de este barómetro es otra cosa: lo que de verdad preocupa a la gente. Lo que siente el ciudadano andaluz cuando se le pregunta qué problemas le afectan personalmente. No lo que dicen los tertulianos ni lo que nos vomitan a diario desde los púlpitos de las redes sociales. No: lo que responde la gente común.
Y aquí viene lo jugoso: la inmigración vinculada a la inseguridad ciudadana preocupa… al 0,1% de los andaluces. Sí, has leído bien: el 0,1%. Un dato que sirve de bofetada fría a toda esa narrativa que nos intenta convencer de que estamos siendo invadidos por hordas de bárbaros con machetes. Solo uno de cada mil andaluces cree que ese es su principal problema. Uno. Entre mil.
La inmigración en general, eso sí, preocupa al 5,6%. Pero que quede claro: la gente distingue entre inmigración y delincuencia. De hecho, preocupa más la sanidad (16,1%), el desempleo (19,3%) y el acceso a la vivienda (10,9%). Preocupa más incluso la derecha radical, que inquieta al 0,6%. La desigualdad y la pobreza, al 0,6%. La mala gestión política, al 0,8%. Hasta el presidente de la Junta, Moreno Bonilla, inquieta más que la inmigración vinculada a la inseguridad. Un 0,7% se declara preocupado por él. O sea, que si nos fiamos de los datos y no de los discursos, el presidente es más preocupante que cualquier inmigrante.
Y esto debería hacernos pensar.
Porque mientras ciertos partidos —sí, Vox, pero no solo— hacen campaña con imágenes de cuchillos, alarmas y discursos apocalípticos, la mayoría social en Andalucía está a otra cosa. El dato es tozudo: la gente no tiene miedo al inmigrante, ni lo relaciona con su inseguridad. Lo que tiene es miedo a no llegar a fin de mes, a no encontrar médico, a que su hijo no pueda independizarse, a que le suban el alquiler.
Y sin embargo, seguimos viendo cómo se siembra el miedo con la precisión de un relojero suizo. Se agita la amenaza del extranjero, del menor no acompañado. Pero el mismo barómetro que se usa para gritar "¡nos invaden!" revela que ese miedo no está en la calle, ni en los bares, ni en las casas. Está en los micrófonos y en las pancartas. Lo han construido. Lo alimentan.
Hasta el movimiento okupa, con toda la tinta que le han dedicado, preocupa solo al 0,1%. Lo mismo que el racismo, por cierto. Otro dato interesante: el racismo, como problema, preocupa exactamente lo mismo que el vínculo entre inmigración e inseguridad. O sea, nada, aunque en este caso tiene lógica, puesto que solo el "racializado" (conste que no me gusta el termino, porque todos tenemos una raza, incluso los blancos, y dentro de ella hay más... pero esa es otra historia) la siente.
Y sin embargo, aquí estamos, con medios y políticos empujando un relato que la calle no se cree. Porque si la calle lo creyera, los porcentajes serían otros. Más altos. Más ruidosos.
Lo que ocurre es que a veces la política se obsesiona con crear fantasmas que después pueda prometer exorcizar. Y si no hay suficientes fantasmas, pues se los inventa. El problema es que cuando insistes lo suficiente, acabas convirtiendo el 0,1% en un grito. En una prioridad. En una falsa urgencia que tapa las urgencias reales.
Lo que dice el barómetro del Centra es claro: los andaluces, hoy, tienen bastante claro lo que les duele. Y no es lo que ciertos discursos quieren imponerles.
Así que, si me permiten una última ironía: igual va siendo hora de que algunos dejen de hablarle al 0,1% como si fueran el 99%. Porque al final, tanto insistir, uno acaba creyéndose su propia alarma. Y lo que es peor: acaba haciéndonos perder el tiempo a los demás.
Y el tiempo, como la tranquilidad, también empieza a escasear.