Durante el año pasado, el 2024, más de cinco mil mujeres fueros asaltadas y agredidas sexualmente en nuestro país. La cifra no ha hecho que se levante las iras de las feministas que anda sentadas en los escaños de los congresos, el senado, los parlamentos, las diputaciones y ni siquiera los ayuntamientos. Los socialistas vienen diciendo desde hace unas semanas: ¿Qué hemos hecho para que los ciudadanos nos traten así? Está bien que se lo pregunten, y no les debía ser muy difícil saber lo que han hecho. ¿Qué se dirán esas más de cinco mil mujeres ante las agresiones que sufrieron el año pasado, y las miles que los vienen sufriendo en este? ¿Qué han hecho ellas para no poder salir de casa con la tranquilidad de otros tiempos? No les parece que da la impresión de que a un sector feminista de la población ya no le interesa hablar de violaciones o de agresiones a la mujer. Y, qué coincidencia, son los que lucharon por sacar una ley contra el acoso y el piropo: era machista decirle guapa a una mujer. Eran los que hicieron manifestaciones contra las manadas. ¿Dónde han quedado aquellos tiempos en los que parecía que efectivamente se defendía, por lo menos de palabra a las mujeres?
En el año pasado más de cinco mil mujeres, de todas las edades, fueron violentadas y agredidas sexualmente. Pero da la impresión de que son solo un número en la estadística anual, y a olvidar cuando antes. Si los guarismos del 24 superaron a los del 23, que nos podemos esperar en este 25 que estamos viviendo. Cuántas más de las cinco mil serán víctimas de agresiones sexuales en esta España que, según Pedro Sánchez, es uno de los países más seguros del mundo. Si el nuestro con estos números es de los que más seguridad ofrecen a las mujeres ¿Cómo serán los demás? Para echarse a temblar. Como empieza a ocurrir en nuestro tranquilo país sanchista.
Sería deseable saber lo que piensan las chicas de Podemos ante las más de cinco mil mujeres agredidas el años pasado, las que llevan viviendo de los impuestos de los ciudadanos, las que con sus leyes iban a acabar con la violencia machista, con esas leyes que iban a permitir que volvieran de noche solas y borrachas a casa. ¿De qué han servido sus leyes? Esa es la pregunta que se hace la sociedad, especialmente la que no cobra de los impuestos de los ciudadanos, la que no le soba la espalda al político de turno a la espera de una subvención. Es como si el feminismo ya no fuera fuente de votos y de ingresos para algunos de estos grupos, y, ¿hay que empezar a separarse de ellas? Esa es la impresión que están dando.