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Cuando el pirómano se cruza con el cambio climático
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Cuando el pirómano se cruza con el cambio climático

Por Rafael M. Martos
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directornoticiasdealmeriacom/8/8/26
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miércoles 20 de agosto de 2025, 06:00h
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Se repite la misma historia, año tras año. Apenas asoma el calor, empiezan a sonar las sirenas de los bomberos y a teñirse de humo el horizonte. En Almería, lo hemos visto de cerca hace nada. Un susto en Níjar, un conato que, gracias a la rápida intervención de los equipos de extinción, no pasó a mayores. Y casi al mismo tiempo, el mismo eco en Cantoria y en Gérgal, un aviso que nos recuerda lo frágil que es nuestro entorno. La temporada de incendios oficialmente inaugurada hace una semana, también nos ha tocado a nosotros.

Pero la noticia de la devastación que estamos viendo en buena parte del territorio peninsular, como un reguero de pólvora, no tarda en saltar de los teletipos a las redes sociales, y ahí, en ese ecosistema digital tan particular, se produce un fenómeno que ya conocemos. Los "conspiranoicos" y negacionistas del cambio climático no tardan en aparecer. "No es el cambio climático", dicen con una seguridad pasmosa, porque son detenidas personas por provocarlos. Y a simple vista, el argumento parece tener una lógica aplastante. ¿Qué tiene que ver la temperatura global con un desaprensivo que prende fuego a un matorral?

Ahí está la trampa. Una trampa que confunde la causa con la gravedad de la consecuencia. Es cierto, y los datos no mienten, que la mayoría de los incendios en España tienen un origen humano, ya sea intencionado (los pirómanos) o accidental. Nadie sensato puede negarlo. De hecho, los últimos informes sobre incendios en nuestro país confirman que el 90% de los fuegos se deben a la mano del hombre, ya sea por negligencia o con premeditación. Y es verdad que son los profesionales (bomberos, retenes, agentes forestales) quienes, con su esfuerzo sobrehumano, consiguen sofocarlos.

Sin embargo, centrarse solo en quién enciende la cerilla es como culpar a la última gota de agua que cae, de la inundación, ignorando que el río ya estaba a punto de desbordarse. La realidad es que el cambio climático no enciende la mayoría de los fuegos, pero sí los convierte en bombas de relojería. La situación climatológica actual es el perfecto "cóctel molotov": las temperaturas medias cada vez más altas, la sequía persistente y la proliferación de tormentas secas, capaces de provocar un incendio con un solo rayo.

Y aquí, en la provincia, lo sabemos bien. Con un clima semiárido, nuestra vegetación, acostumbrada a la escasez, se seca con una rapidez alarmante. La hierba que creció con las lluvias de primavera se convierte en combustible instantáneo para cualquier llama, sin dar tiempo a que los servicios de prevención actúen.

Es decir, el pirómano sigue siendo el detonante, pero el cambio climático es el polvorín. El primero pone la chispa, el segundo prepara un escenario catastrófico para que un conato se convierta en un incendio incontrolable. O, como se ha visto en otros lugares de España, un simple fuego se transforme en un infierno de miles de hectáreas. Negar la conexión entre ambas cosas es una ingenuidad, o peor, una irresponsabilidad. La mano del hombre que apaga el fuego es la misma que, por acción o inacción, está calentando el planeta.

Precisamente por eso, porque el cambio climático existe, lo sorprendente es que quienes lo sostienen desde sus puestos de responsabilidad, no hagan nada para actuar en consecuencia, adelantándose a consecuencias obvias.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"