Reconozco que no soy de ver deporte. Jamás me he sentado a contemplar cómo 22 personas persiguen un balón o cómo unos ciclistas se dejan el alma en las rampas de un puerto de montaña. Mi afición siempre ha ido más por la vía de practicar, de sentir el viento en la cara mientras pedaleo o el subidón de adrenalina en una tabla de windsurf, o la autosuperación de dar una zancada más que el día anterior. Pero como periodista, uno tiene la obligación de estar al tanto de todo, aunque solo sea para entender de qué habla la gente en el bar. Y así, por puro interés profesional, me he topado con la Vuelta Ciclista a España 2025, y he descubierto que es una metáfora perfecta de los tiempos extraños que nos ha tocado vivir.
El otro día, con el eco aún reciente de las protestas por la masacre en Palestina, me pregunté si la Vuelta pasaría por Almería. Más que nada por curiosidad, para ver si las protestas, que apoyo en el fondo pero no en la forma (por el riesgo para la vida de los ciclistas y de los propios manifestantes), se extenderían por aquí. Y en ese acto de simple investigación, me llevé una sorpresa digna de los Hermanos Marx. Resulta que ni es vuelta, ni es a España.
Miren el mapa. El recorrido de este año es un viaje a trompicones, una sucesión de etapas desconectadas entre si, y todo ello de Madrid a la cornisa Cantábrica. Un trazado que ignora con descaro la mitad sur del Estado. ¿Y lo de "a España"? El pistoletazo de salida, me entero, se dio en Italia. En Italia. La Vuelta a España, que no es una vuelta, empieza en otro país. Esto ya no es ni siquiera posverdad. Es la negación de la realidad. Es como si al otro lado del Mar Mediterráneo estuviese la Antártida, o como si la Alcazaba de Almería estuviese en Cuenca. El nombre y la cosa se han separado de tal manera que ya no hay forma de reconciliarlos.
Luego nos quejamos cuando de que el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, afirme que cuando dice una cosa, y luego hace la contraria, no se está contradiciendo.
Y no puedo evitar acordarme de aquellos tiempos, no tan lejanos, en los que los nacionalistas vascos y catalanes protestaban contra el paso de la Vuelta por sus territorios, argumentando que no eran España. Curiosa ironía. Ahora, sin necesidad de manifestantes, la propia carrera ha decidido que España son aquellos, y que el sur no forma parte de ella.
En fin, la Vuelta Ciclista a España 2025 nos deja en la duda de si estamos o no en 2025, y si es ciclista o no... son dudas razonables ¿no creen?
Aunque bueno, me ha dado por mirar el viejo rally París-Dakar, que recuerdo que mantuvo ese nombre incluso cuando comenzó a salir de Granada, y me encuentro con que se llama ahora solo Dakar. Vale... busco en el mapa, y no, no tiene ni una etapa en Dakar. Como cuando se disputa la Vuelta Ciclista a Andalucía y solo pasa por cuatro provincias...
Se trata de un evento deportivo que ha dejado de serlo para convertirse en un espejo de nuestros tiempos. Donde lo que se ve, no es. En realidad, alguien debería denunciar la Vuelta Ciclista a España 2025 por publicidad engañosa.