¡Qué ganas tenía de escribir de esto! Y qué rabia me da el titular que me habéis dado. La COP30 de Belém (Brasil) ha echado el cierre y, sinceramente, nos ha dejado una sensación de vacío que ni el Paseo Marítimo en pleno enero. Hemos ido a la Amazonía, a la selva, al pulmón del planeta, para hablar del clima y, al final, la cumbre se ha quedado sin el ingrediente esencial: el valor para decirle adiós al petróleo.
Seamos claros: esta cumbre era la de la "verdad y la confianza", como decía un titular que leí. Pues bien, la verdad es que una coalición de países, productores de petróleo al frente (¡y que nadie se sorprenda!), han metido un freno de mano a la historia. Se han cargado la hoja de ruta clara para abandonar los combustibles fósiles. El documento final no menciona explícitamente el "abandono" o la "eliminación progresiva" con fechas. Es un acuerdo de mínimos, un "haremos cositas urgentemente", que, para el desafío climático que tenemos encima, sabe a muy poco.
Pero en este panorama gris, a mí me gusta mirar lo nuestro. Y aquí es donde mi vena de almeriense optimista sale a relucir. Me llena de orgullo ver cómo España, junto a países como Colombia y Países Bajos, se ha plantado en Brasil. Hemos sido parte de ese grupo de más de 30 países (la UE incluida) que han dicho un "No, este borrador no sirve".
Nuestra demanda era sencilla, científica y necesaria: que la COP30 cerrara con una hoja de ruta clara y con plazos para dejar atrás el gas, el petróleo y el carbón. Que la transición sea justa, sí, pero que sea.
La vicepresidenta (Sara Aagesen) y nuestro Gobierno han defendido la urgencia, han demostrado que la transición verde es un motor de crecimiento (algo que aquí, en Almería, con nuestro sol y nuestra huerta, sabemos de sobra). Y es que, como ha dicho el presidente, el cambio climático se está cobrando vidas, incluso aquí. ¡Solo hay que recordar los calores extremos del verano!
Mientras en Belém se pelean por la letra pequeña del carbón, aquí, en la tierra donde los tomates crecen con energía solar, la realidad es otra. La ambición climática no es una utopía; es una necesidad y una oportunidad de negocio.
Tenemos el mejor sol de Europa, y cada placa fotovoltaica que se pone en una nave o un techo es un paso práctico para dejar de depender de los fósiles. No necesitamos que la ONU nos diga que tenemos que cambiar, porque lo estamos haciendo con nuestro ingenio, nuestra agricultura y nuestra tecnología.
La COP30 se acabó sin el acuerdo fuerte que esperábamos, con el compromiso de la ONU de crear una hoja de ruta para 2026, lo que es un chasco. Pero que quede claro: España está en el lado correcto de la historia, con los que quieren correr y no con los que pisotean el acelerador. Y yo, desde Almería, seguiré aplaudiendo a los valientes y vigilando de cerca que esa ambición se convierta en hechos.