Vivimos tiempos fascinantes en los que la memoria política dura menos que un titular de prensa rosa. Asistimos estos días a un ejercicio de funambulismo dialéctico en el Parlamento andaluz que ríase usted del Circo del Sol. Me refiero, cómo no, al súbito interés de la portavoz del PSOE andaluz,
María Márquez, por la salud óptica de sus rivales.
Ha exigido Márquez, con una vehemencia digna de mejor causa, una comisión de investigación sobre el llamado 'caso mascarillas' en la provincia de Almería. Y lo ha hecho tirando de ese manual de resistencia que parece obligar a disparar contra todo lo que se mueva, acusando al presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, de tener un "ojo de lince" defectuoso por mantener su confianza en Javier Aureliano García.
Resulta conmovedor, por no decir hilarante, ver al PSOE andaluz rasgarse las vestiduras por una presunta trama por la que fue detenido, interrogado y puesto en libertad con cargos, el ya expresidente del PP provincial y de la Diputación (entre otros). Sin paños calientes, dimitió de todo tanto él como su número dos, Fernando Giménez, pero también los populares dieron de baja a éstos y otros de los señalados por la UCO. Pero lo verdaderamente grandioso es el desahogo —permítanme el eufemismo— con el que la Márquez habla de "mafias" y de "conexiones evidentes" apelando a que "en política no existen las casualidades".
Si aceptamos la premisa de Márquez de que la casualidad es un animal mitológico en la gestión pública, entonces tenemos que hablar de ese famoso Peugeot. Sí, aquel vehículo que ya debería estar en un museo de los horrores políticos.
Hablemos de ojo clínico. Hablemos de la miopía, el astigmatismo y las cataratas selectivas de su partido. Porque para ojo de lince, el de Pedro Sánchez al elegir a sus copilotos en aquella gira triunfal para reconquistar la secretaría general del partido. En aquel coche no iban becarios; iba la crème de la crème del "sanchismo". Iba José Luis Ábalos, el todopoderoso exministro de Fomento, encausado por el Tribunal Supremo.
Iba también Koldo García, el portero de discoteca ascendido a consejero de Renfe y hombre para todo, que ha pasado de conducir el Peugeot a ser conducido en coche patrulla, detenido por una trama de comisiones ilegales que ríase usted de las mascarillas almerienses. E iba Santos Cerdán, sustituto de Ábalos en la secretaría de Organización, el fontanero mayor del Reino, cuyos nexos con la trama Koldo y sus "recomendados" nos hacen preguntarnos si queda alguien en esa foto que no tenga que declarar ante un juez.
Pero el festival del "ojo clínico" socialista no acaba en el coche fantástico. Márquez se atreve a cuestionar los nombramientos en el sur mientras en los despachos donde se corta el bacalao, el casting de personal parece hecho por un guionista de novela negra.
¿Hablamos de Paco Salazar? Aquel que trabajaba despacho con despacho con el presidente y que, según se ha publicado en diversos medios nacionales, salió de Moncloa envuelto en acusaciones internas de acoso a compañeras de partido. Un perfil, al parecer, idóneo para la fontanería de alto nivel.
Tiener razón Márquez: en política las casualidades no existen, y la relación entre el Peugot, Moncloa y Carabanchel no puede serlo.
¿Y qué me dicen del ojo de lince de la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía? Esa supuesta infalibilidad para detectar el fraude que, sin embargo, le llevó a mantener bajo su ala en la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) a un cargo de confianza que ha acabado detenido por corrupción. Resulta que el que fuera presidente de la SEPI, a quien Montero protegió ¡guardándole ese puesto casi dos años, sin nombrar a nadie hasta que pudo recincoporarse!, venía, ¡oh sorpresa!, de ser contratado por empresas vinculadas al entorno de Cerdán y la trama navarra donde está el nexo de distintas tramas mafiosas... aunque Márquez, a ésto, no lo llama trama mafiosa, aunque supongo que reconocerá entonces que "en política las casualidades no existen".
Si aplicamos la regla de tres de María Márquez, la que dice que no hay casualidades, ¿qué debemos concluir? ¿Que no fue casual que Ábalos acabara en Fomento, la gran chequera de la obra pública, donde presuntamente se cobraban mordidas? ¿Que no es casual que la trama de Koldo campara a sus anchas por varios ministerios mientras Montero miraba las cuentas? ¿Que no es casual que el "Koldismo" infectara Puertos del Estado, Adif y el Ministerio del Interior?
Tiene gracia que desde la Comunidad Autónoma se pida una comisión de investigación por un caso en la provincia de Almería donde el responsable ya está en su casa, mientras en Madrid el PSOE bloquea, arrastra los pies y suda tinta para explicar por qué la mitad de la agenda telefónica de su secretario general y presidente del Gobierno aparece en sumarios de la Guardia Civil.
Lo de Márquez no es búsqueda de la verdad; es la clásica táctica del calamar: soltar tinta para ver si manchando al vecino disimulamos que nosotros llevamos el traje de buzo lleno de lodo hasta las cejas. Menos lecciones de oftalmología y más mirarse al espejo, que con tanto "ojo clínico" para ver la paja en el ojo ajeno, no están viendo la viga de hormigón armado, reforzada con comisiones ilegales, que tienen en el propio.