Emergentes, pero no diferentes

La UCD se desmoronó a pesar de haber sido el partido político que vehiculó la Transición, y el PCE tuvo que esconderse en Izquierda Unida para sobrevivir tras quedar reducido a testimonial por el áuge del PSOE, y AP tuvo que refundarse en el PP reconstruyéndose doctrinalmente. Y el PSOE, aún sigue buscándose a sí mismo tras el paso atrás de Felipe González.

Por tanto, es aventurado sostener que los llamados "partidos emergentes" acabarán siendo pura anécdota vinculada a la situación de crisis económica y social en que vivimos en la actualidad, pero también lo es afirmar que están llamados a sustituir a esos supervivientes que apuntalan el sistema parido en 1978.

Hasta el momento lo que vemos es que no son diferentes a lo que hay, en nada. Basta rascar un poquito, para dejar el descubierto sus mismos vicios que en otros critican, lo que no debía sorprendernos en partidos dirigidos por personas crecidas políticamente a los pechos de esa misma partidocracia.

Podemos, por ejemplo, engaña a los electores que le votaron en las europeas, y tras ellas, cambia de programa electoral y cambia a los eurodiputados elegidos por la ciudadanía. Las negociaciones para la investidura de Susana Díaz centralizan la decisión en Madrid y en los intereses del propio Pablo Iglesias como candidato a La Moncloa, pese a que aún no le ha elegido nadie para ser cabeza de cartel. Y por último, hemos visto que sus respuestas a los escándalos que se han publicado sobre sus cuentas son las mismas de los partidos tradicionales.

Pero si en Podemos se castiga de modo inmisericorde la disidencia, eso sucede en UPyD también, cuya lideresa, Rosa Díez, se está quedando sola.

Y qué decir de Ciudadanos, que acoge en su seno a gente que viene de la derecha -el propio Rivera fue militante de NNGG o en Almería Miguel Cazorla de GIAL- y de la izquierda -su candidato en Granada, Luis Salvador era del PSOE-, y luego tiene casos como el candidato a presidente de la Junta de Andalucía que ha militado en cuatro partidos distintos.

En su definición ideológica, aquello de "los de arriba y los de abajo" de Podemos en sustitución de "izquierda y derecha", en Ciudadanos busca sus concrección al calificarse como "liberales" y "socialistas" a un tiempo. UPyD se limita a ser "constitucionalista" pero aboga por cambios profundos en la Constitución.

Se trata de rebañar votos, vengan de donde vengan, y tener candidatos, vengan de donde vengan, y venderle a la gente lo que quiere oir, sea lo que sea. Y así llegan las contradiciones y los mensajes cruzados, como pasa en los partidos tradicionales. Así, en Ciudadanos se dice que se va a parar el AVE por ser un gasto inútil, pero luego en cada provincia, que el suyo sí seguirá. En Podemos un día afirman que los 15 parlamentarios en Andalucía son todo un éxito, y a otro que son un fracaso, un día el partido no tiene jefes y a otro "Teresa es la jefa".

Y eso por no entrar -caso de Almería- en las divisiones internas, como ha ocurrido en Ganemos, que pretendía concitar a Podemos y a Izquierda Unida, y no sólo no ha sido así, si no que además ellos mismos se han dividido en dos candidaturas. ¿Si ideológicamente están tan próximos que es imposible distinguirlos, no será que lo que les separa es la estrategia para alcanzar el poder y las personas que estén en esa cuota electoral?

En lo que si coinciden todos ellos es en que lo malo es culpa de los partidos tradicionales y de sus responsables, que son los que han hecho los recortes sociales y los protagonistas de la corrupción.

No hace falta ser un lince para ese diagnóstico, no hace falta ser politólogo (¿qué es un polítologo? ¿para qué sirve?) para detectar que el responsable de algo es quien lo dirige. Pero dar lecciones de honradez cuando no se tiene poder, cuando no se pueden adjudicar obras, cuando no se pueden concesionar servicios, cuando no se puede enchufar a personal, cuando no se puede... dicho de otro modo, que presentarse como la esperanza blanca cuando no tienes con qué mancharte es un poco esperpéntico.