A estas alturas, tras muchos años de feliz Democracia, pareciera de auténtico perogrullo, reflexionar sobre el valor del voto ante cualquier elección. En mi modesta opinión, tan buena ó tan mala como cualquiera, no parece un tema baladí, teniendo en cuenta las especiales circunstancias que concurren en las elecciones generales del 20 de diciembre.
En primer lugar, está el tema de la participación en las votaciones. Es cierto que el electorado está un tanto cansado después de tantas elecciones en tan solo un año, lo que a priori pudiera hacer pensar en un cierto hastío ciudadano, ampliado considerablemente ante una más que importante desafección hacia los Partidos Políticos, por supuesto, más que justificada. Sin embargo, los indicadores demoscópicos señalan como muy probable una alta participación, fruto de una gran movilización de afiliados y simpatizantes de esos Partidos, conscientes de la trascendental importancia de estas elecciones. Si a todo ello unimos la presencia de los Partidos emergentes y el deseo, para muchos, de acabar con el bipartidismo, que hasta ahora le ha venido tan bien a España desde la transición, tendremos el cóctel perfecto para que, con tantos y tan diversos mensajes, el votante no comprometido políticamente, alcance a más del 40% de indecisos a estas alturas.
Conscientes de la importancia de todos y cada uno de los votos, sería importante saber qué van a hacer los distintos Partidos con ellos, tras el día 20. Las encuestas, todas, dicen que el PP va a volver a ganar las elecciones, pero con una pérdida de escaños tan importante que, para poder gobernar, precisará la concurrencia de otra fuerza política, que, por cierta afinidad ideológica como Partido de centro, podría ser Ciudadanos, bien entrando en un Gobierno de coalición ó con acuerdos de Legislatura, y es aquí donde empiezan a producirse las mayores interrogantes. Ciudadanos, consciente del gran tirón de votantes, muchos de ellos procedentes del PP (se dice más del 50%), con una ambigüedad más que calculada, no se atreve a comprometer lo que va a hacer tras el día 20. Hasta ahora ha apoyado al PP ó al PSOE, facilitando de alguna manera la gobernabilidad, en Comunidades como Madrid, Murcia ó Andalucía, pero con un comportamiento un tanto errático, muy exigente en Madrid y en algunos Ayuntamientos, y quizás excesivamente condescendiente en Andalucía. Cómo puede explicarse, sí no, que en las más de 700 modificaciones presentadas por el PP al presupuesto de Andalucía, ninguna haya merecido el apoyo de Ciudadanos, ni siquiera la presentada para retomar las obras del Hospital Materno-Infantil de nuestra ciudad.
Por estas razones, ahora más que nunca, el voto tiene que depositarse con absoluta reflexión previa, intuyendo, más que sabiendo, que van a hacer los Partidos con él.
Hay que poner en valor, no obstante, el compromiso asumido por el PP de que, si no obtiene una mayoría, aunque minoritaria, tras las elecciones, renunciará a formar Gobierno, dejando esta responsabilidad al Partido más votado. De ser así, aquí vienen todas las combinaciones, a cual más complicada. De momento, los demás Partidos no se han manifestado en este sentido.