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Los millones del tráfico

jueves 03 de marzo de 2016, 08:13h

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Solamente tres ciudades andaluzas -Granada, Málaga y Sevilla- han recaudado casi cincuenta y tres millones de euros. Solamente Granada ha recaudado un promedio de cuarenta y siete euros por habitante. ¿Es que todos los granadinos “practican” el deporte de incumplir normas? Si se quitan los niños, los ancianos, las personas que no conducen y quienes tienen garaje ¿a cuánto sale el resto? En Granada ¿nadie cumple? Es extraño. Extraño e increíble. Vista la afición municipal a sancionar vehículos parados, es verdaderamente indudable que la inmensa mayoría de esas multas sean por aparcamiento. Las ciudades andan mal, porque los urbanistas, los legisladores y la Administración local no han sabido, o no han querido resolver el problema, en responsable defensa de la especulación. Pero, aún así, el alto nivel supera todo lo imaginable. Inimaginable es que un Ayuntamiento sea capaz de asumir su responsabilidad. Su culpa y su responsabilidad. Y los de Granada, Málaga y Sevilla, en este caso, son una buena prueba de esa falta de compromiso. Falta de compromiso pareja a su ansia recaudatoria, que, en definitiva, es lo que cuenta. Si, al menos, esa recaudación se invirtiera en habilitar aparcamientos, en mejorar la circulación…
Las cuatro o cinco horas que la policía suele tomarse ante un aviso de amenazas, incluso de riña, o la falta de disponibilidad para perseguir claras contravenciones a la circulación y a la convivencia, contrastan chocantemente con la “agilidad” para sancionar por estacionamiento o por el tópico del cinturón de (in)seguridad. Ni siquiera se riñe a los conductores que ocupan y obstaculizan un cruce. Difícilmente se persigue el exceso de velocidad en avenidas de gran circulación. Por lo visto no es rentable, o no es cómodo. O ambas cosas. Pues difundir el mensaje de que, una vez instalados, se busca la comodidad, porque interesa la recaudación más que la seguridad; hacer creer que el funcionario, en cumplimiento de esas instrucciones, prioriza la recaudación sobre su deber de cuidar el tráfico, son negativos mensajes. Muy negativos y muy malos ejemplos.
Mal camino es, como es mal camino excitar los nervios de los conductores. El tan manido como incorrecto “ir contra los coches”, refugio de inexplicables traumas infantiles, lejos de resolver problema alguno, lo agrava. Un conductor nervioso puede ser un riesgo, pero ni la fatal cadencia semafórica, ni la falta de lugares dónde dejar el coche mientras se hace algo tan “materialista” como comer, le inducen a dejarlo junto a su casa, dónde, para colmo, le han quitado la plaza de estacionamiento para construir un carril-bici.
Mejorar el tráfico no debe limitarse a pretexto recaudatorio. No debe quedarse en amargar la vida a los demás. Racionalícese el transporte colectivo. Créese una buena red suburbana para comunicar realmente todo el área de la ciudad, parques industriales incluidos; permítase a las motos circular por carriles-bus, mejórese el estacionamiento, en vez de ponerle trabas y para ello elimínense los privilegios de ciertos colectivos; y entonces se podrá exigir, incluso con medidas contundentes, menor uso del coche privado.

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".